Juventud, Oh juventud

WITOTADAS

Noviembre del 2009

En nuestra juventud por el amor de una linda adolescente, pasarse en vela, soñando con ella toda la santa noche, es normal. Lo anormal es pasar las noches con una copa en las mano, un cigarrillo entre los labios y sacándole notas a la vieja guitarra Falcon, de Pepe, desafinada (peor aún, queriendo imitar a Camilo Sesto con “Mía, la culpa ha sido….”), tratando de olvidar sus malas acciones. Y como siempre, un amigo al lado compadeciéndose y acompañándonos en la desgracia. A esa edad es muy difícil asimilar un golpe sentimental, te noquea y más aún, si eres sensible al amor, siempre fue mi talón de Aquiles el enamorarme perdidamente. Siempre llevé en mi esa frase tan bella, “Un buen amante no es quien seduce una mujer cada noche, un buen amante es quien seduce a una mujer para toda la vida”. Claro, algunos de mis amigos dirán que trato de ponerle palabras bonitas el ser “saco largo”, o peor, que con mi físico antes mucho que mi mujer me haya hecho caso.

Ayer con mi hija, mi mujer y mi nieta, entramos a esas famosas farmacias chilenas que anuncian con bombos y platillos sus productos y promociones, en busca de un jarabe pediátrico. Hay de todo: color, luces, cajeros modernos, una amable y dulce señorita en la puerta vendiendo la Tinka, los que atienden con una sonrisa a flor de labios; como en botica, decía mi abuelita. Frente a las boticas antiguas, éstas se la llevan de encuentro. Un aparato moderno me llamó la atención, decía: Peso, estatura, grasa corporal, edad y sexo, todo por un sol; si querías, presión arterial, aumentabas un sol más. Los resultados me dejaron boquiabierto, 90.7 kg., 1.78 cms., masa de grasa 28.9 kg., 30 años y mujer de sexo. Quise reclamar lo último, pero me quedé tranquilo con lo de 30 años ¡Bendita y maldita máquina!

Me sorprendió, digo, porque hace muchos años que no me subía a una báscula, ni me tallaba y no tenía la mínima idea de lo que es la grasa corporal. Primero, me he achicado, tenía 1.81, con el peso estoy de acuerdo, en especial por la guata que me dijeron que es un atractivo sensual, lo de la masa de grasa debe ser cierto si está enlazado con el peso. La última vez que me pesé no llegaba a los 75 Kg., quince kilos son bastantes. Hace mucho que pasé los treinta y mi sexo es masculino.

Se preguntarán, ¿qué tiene que ver todo esto con el comienzo? Elemental, mi querido “Watson” (Personaje creado por el genial escritor británico Arthur Conan Doyle). La niña de la cual me enamoré en mi adolescencia me conoció con un overol sin mangas, sin panza, pelotero, con acento extraño y muy enamorado. No sé qué atractivo tenemos los que en nuestra juventud nos dedicamos a no hacer nada (persistimos en ello), lo cierto es que debí de caerle simpático, como decía el tío Requelme, “Desde algún ángulo deben ver mi hermosura…”, debe haberme reparado de todos los ángulos posibles, y cansada, lo descubrió. Era mi segunda enamoradita a los catorce años. En Huánuco dejé a la más bella criatura, cabellera negra y larga, sonrisa inocente y los primeros besos con sabor a miel. Cuando en las vacaciones escolares regresaba a la Ciudad del mejor clima del mundo sólo por verla, volvía a Sucre recién los primeros días de mayo, pero con la distancia y el tiempo sólo de recuerdos quedó grabada su imagen. Y nuevamente me volví a enamorar como un demente en el Huauco. Terrible para un chaval que tenía ciertas inclinaciones por la vida bohemia.

Cuando se es joven uno siente temor que a la jovencita que le declaramos nuestro amor y sentimientos, nos diga no, sin comenzar siquiera. En particular, usaba las misivas con algunas letras de Gustavo Adolfo Bécquer, para darle más énfasis a mis afectos. Mi extrema timidez y el temor, al “no”, de decirle a una chiquilla “…desde la primera vez que te ví me gustaste, no sé si podrías ser mi enamorada”, aparte que toda la vida me pareció cursi, me hacían un desvalido completo. En Sucre me asusté más cuando las primeras veces que quise dármela de don Juan declarando mi amor por alguna dama, sus respuestas me dejaban anonadado y turulato; “kate este gafo” o “qué se habrá creído este grajiento, lendroso y tarjoso”; con esa forma de decirme nones, mi timidez se acrecentó, cualquiera, ¿verdad?

En el colegio, al iniciar nuestro romance, éramos los primeros en llegar y los últimos en irnos, aprovechábamos cada instante para expresar nuestro cariño, pese a las dificultades que teníamos por la prohibición de nuestros padres. Para los de ella, yo era casi un degenerado, para los míos, no me convenía por ser una “cabeza hueca”, ambos tenían razón. Hasta planes teníamos, al menos yo, quería llegar al altar con tan bella fierecilla, ella seguro que no, estaba conmigo por ser popular en las cosas del deporte, vagancia, los poemillas copiados, y, simplemente pasaba un buen momento. No quería ver lo evidente, mi hermano y los amigos lo venían diciendo. Hasta que vestido de poncho y sombrero, en la oscuridad de esos años, la descubrí. Fueron veinte días de empinar el codo como un poseso, cantarle pasillos al pie de su ventana, con lluvia y ventarrones en pleno mes de agosto, “…y este es el boleto de mi largo camino…”, sufría, lloraba, y ocurrió lo que debía ocurrir, comprendí que no debía enamorarme tan cojudamente, “si esta es mi gran debilidad, desde hoy tomaré las medidas correspondientes”, me dije en ese entonces. Promesa difícil de cumplir a lo largo de los años.

Ahora de viejo siento temor que una dama me diga que sí, sería el acabose, con el físico mermado, con pocos soles en el bolsillo y sobre todo, sin qué tener que hablarle, me mandaría por un tubo en menos de cinco minutos. La edad nos pone en riesgos peligrosos, entonces, es mejor vivir tranquilos y sin complicaciones de tipos amorosos, con la paz que nos dan los años.



Elmer Rafael castillo Díaz
DNI: 26731147
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P.D. Un abrazo fraterno de condolencias a mi amigo Secundino Silva Urquía por el fallecimiento de su padre, seguro que será él, el encargado de que tus sueños se hagan realidad amigo, seguro.