WITOTADAS
Chaucito tía Tata:
Todos tenemos algún pariente cercano al cual le tenemos y debemos un cariño y respeto entrañables, en el caso de tía Tata es especial por sus virtudes morales y familiares. Athala René Castillo Ríos de Canales, es obvio que al abuelo le encantaba Chateaubriand (por los nombres de pila). Muy apegada a su familia, sentía una querencia por los niños y si eran sus sobrinos, mucho mejor; le agregaría, si ese sobrino era un desvalido y rebelde, su afecto aumentaba, protegiéndolo hasta el delirio. De ahí mi amor y respeto por tía Tata; tanto así, que cuando nació mi primera hija no dudé un instante en que se llamara Athala y nadie en la familia puso mala cara por este nombre, al contrario, sabían el por qué y lo aceptaron con agrado.
Estoy seguro que fue ella la que me enseñó a escribir cartas, me escribía al lugar donde me encontraba; a Huancayo de niño, a Huánuco de adolescente, a Huancavelica de Guardia Civil, a Sucre de jovenzuelo y adulto. Algo que nunca confesé, cuando me llegaban sus cartas, me regresaba las mías con las correcciones ortográficas, que eran muchas. Se había vuelto una costumbre abrir sus cartas, leer con desesperación sus consejos eternos de “…pórtate bien Elmercito, como hermano mayor eres ahora el padre de tus hermanos menores y tu madre necesita de todo tu apoyo…”, saber de sus viajes por el mundo (siempre me traía algún regalo), para luego pasar a releer mis cartas y saber cuáles eran mis errores, tal vez sea por eso que en percentil ortográfico no salía jalado.
Llegar a Lima era ir a visitar a tía Tata a Surco, nunca dejé de visitarla y jamás dejó de recibirme con afabilidad. Su sonrisa, su carácter y su bondad me hacían sentir bien, sumado a su buen humor. Me hacía conocer lugares maravillosos a los cuales, sólo, jamás iba a conocer, playas, restaurantes, al Bosque en Chosica. Me enseñaba la manera de usar correctamente los cubiertos, la forma de vestirme (nunca lo aprendí, me visto pésimo), a escuchar música selecta (Jazz, criolla, clásica…), el uso correcto de las palabras, como buen serrano nuestros motes característicos. Muchas veces me quedé a dormir en su sofá cama de su sala. Cuando me despedía me aviaba con una muda de ropa completa y una buena propina, hasta hace unos años nomás eh, parecía adivinar que estábamos mal de los bolsillos y de ropa, y, vaya a ver usted la calidad.
Cuando la cobardía de Sendero Luminoso, hizo que me evacuarán a Lima desde Licay al hospital de la policía en la avenida Brasil, herido de bala, tía Tata llegaba hasta el borde de mi lecho a confortarme y darme ánimos, llorosa y cariñosa pensando lo peor, ¡oh tía, cuánto la voy a extrañar!
Morir en Lima es triste tía, en el velatorio sólo puedes estar hasta las once de la noche, el resto del tiempo la pasaste sola en ese recinto frío donde te encontré por la mañana el lunes nueve de la presente, sola también. Te desconocí en tu féretro, hace dos años que no te veía pero si hablamos por el fono cuando tu mente no jugaba con los estragos del Alzheimer. Luego supe que eras atendida en tu casa, en un rinconcito, sin tu inmenso televisor; sin un buen libro, ni tu teléfono (hablabas horas y horas con todos los parientes y luego decías, ¡Jesús, mi sueldito sólo me alcanza para pagar el teléfono!) en tu mesita de noche; sin tu Chanel 5; sin tu elegancia al vestir, toda una dama; sin la música de fondo mientras almorzábamos el sabroso “Picante de cuy”, a lo huanuqueño, que usted misma preparaba; sin tu sonrisa ni tus risas que llenaban esa hermosa casa, sin tus guantes y tijeras arreglando tu hermoso jardín.
Ya no te asustarán los roedores tía, como esa vez que encontré frente a la casa dos patrulleros del Serenazgo de Surco y dentro de la casa cuatro fornidos hombres de seguridad, tratando de atrapar un intrépido pariente de Mickey Mouse, mientras usted dirigía todo el desbarajuste, Cirila, la chica que la acompañaba, daba alaridos descomunales, tras suyo, llamando la atención de la vecindad que curiosos miraban desde la puerta.
No pasaré por tu casa tía no quiero que la nostalgia invada mi ser, pero le prometo que seguiré visitando al tío Carlos, su hermano, para recordarla con ese inefable cariño eterno que sentimos por usted. Y, seguiremos conversando tía, es una manía que tengo, conversar con los seres que he amado en mi vida y se han ido, en mi soledad. Con toda seguridad, usted abogará desde ese privilegiado sitio al Divino, por los suyos; en el Juicio final tendré una buena defensora, Usted tía Tata.
Que Dios la tenga en su Gloria tía Athala…y,…Chaucito (como le gustaba despedirse) tía Tata.
Elmer Rafael Castillo Díaz
DNI: 26731147
Chaucito tía Tata:
Todos tenemos algún pariente cercano al cual le tenemos y debemos un cariño y respeto entrañables, en el caso de tía Tata es especial por sus virtudes morales y familiares. Athala René Castillo Ríos de Canales, es obvio que al abuelo le encantaba Chateaubriand (por los nombres de pila). Muy apegada a su familia, sentía una querencia por los niños y si eran sus sobrinos, mucho mejor; le agregaría, si ese sobrino era un desvalido y rebelde, su afecto aumentaba, protegiéndolo hasta el delirio. De ahí mi amor y respeto por tía Tata; tanto así, que cuando nació mi primera hija no dudé un instante en que se llamara Athala y nadie en la familia puso mala cara por este nombre, al contrario, sabían el por qué y lo aceptaron con agrado.
Estoy seguro que fue ella la que me enseñó a escribir cartas, me escribía al lugar donde me encontraba; a Huancayo de niño, a Huánuco de adolescente, a Huancavelica de Guardia Civil, a Sucre de jovenzuelo y adulto. Algo que nunca confesé, cuando me llegaban sus cartas, me regresaba las mías con las correcciones ortográficas, que eran muchas. Se había vuelto una costumbre abrir sus cartas, leer con desesperación sus consejos eternos de “…pórtate bien Elmercito, como hermano mayor eres ahora el padre de tus hermanos menores y tu madre necesita de todo tu apoyo…”, saber de sus viajes por el mundo (siempre me traía algún regalo), para luego pasar a releer mis cartas y saber cuáles eran mis errores, tal vez sea por eso que en percentil ortográfico no salía jalado.
Llegar a Lima era ir a visitar a tía Tata a Surco, nunca dejé de visitarla y jamás dejó de recibirme con afabilidad. Su sonrisa, su carácter y su bondad me hacían sentir bien, sumado a su buen humor. Me hacía conocer lugares maravillosos a los cuales, sólo, jamás iba a conocer, playas, restaurantes, al Bosque en Chosica. Me enseñaba la manera de usar correctamente los cubiertos, la forma de vestirme (nunca lo aprendí, me visto pésimo), a escuchar música selecta (Jazz, criolla, clásica…), el uso correcto de las palabras, como buen serrano nuestros motes característicos. Muchas veces me quedé a dormir en su sofá cama de su sala. Cuando me despedía me aviaba con una muda de ropa completa y una buena propina, hasta hace unos años nomás eh, parecía adivinar que estábamos mal de los bolsillos y de ropa, y, vaya a ver usted la calidad.
Cuando la cobardía de Sendero Luminoso, hizo que me evacuarán a Lima desde Licay al hospital de la policía en la avenida Brasil, herido de bala, tía Tata llegaba hasta el borde de mi lecho a confortarme y darme ánimos, llorosa y cariñosa pensando lo peor, ¡oh tía, cuánto la voy a extrañar!
Morir en Lima es triste tía, en el velatorio sólo puedes estar hasta las once de la noche, el resto del tiempo la pasaste sola en ese recinto frío donde te encontré por la mañana el lunes nueve de la presente, sola también. Te desconocí en tu féretro, hace dos años que no te veía pero si hablamos por el fono cuando tu mente no jugaba con los estragos del Alzheimer. Luego supe que eras atendida en tu casa, en un rinconcito, sin tu inmenso televisor; sin un buen libro, ni tu teléfono (hablabas horas y horas con todos los parientes y luego decías, ¡Jesús, mi sueldito sólo me alcanza para pagar el teléfono!) en tu mesita de noche; sin tu Chanel 5; sin tu elegancia al vestir, toda una dama; sin la música de fondo mientras almorzábamos el sabroso “Picante de cuy”, a lo huanuqueño, que usted misma preparaba; sin tu sonrisa ni tus risas que llenaban esa hermosa casa, sin tus guantes y tijeras arreglando tu hermoso jardín.
Ya no te asustarán los roedores tía, como esa vez que encontré frente a la casa dos patrulleros del Serenazgo de Surco y dentro de la casa cuatro fornidos hombres de seguridad, tratando de atrapar un intrépido pariente de Mickey Mouse, mientras usted dirigía todo el desbarajuste, Cirila, la chica que la acompañaba, daba alaridos descomunales, tras suyo, llamando la atención de la vecindad que curiosos miraban desde la puerta.
No pasaré por tu casa tía no quiero que la nostalgia invada mi ser, pero le prometo que seguiré visitando al tío Carlos, su hermano, para recordarla con ese inefable cariño eterno que sentimos por usted. Y, seguiremos conversando tía, es una manía que tengo, conversar con los seres que he amado en mi vida y se han ido, en mi soledad. Con toda seguridad, usted abogará desde ese privilegiado sitio al Divino, por los suyos; en el Juicio final tendré una buena defensora, Usted tía Tata.
Que Dios la tenga en su Gloria tía Athala…y,…Chaucito (como le gustaba despedirse) tía Tata.
Elmer Rafael Castillo Díaz
DNI: 26731147
1 comentario:
Hola Elmer: Mi más sentido pésame, imagino como debes sentirte, pero sabes que los amigos también estamos para aliviar un poco ese dolor que nos deja la partida de un ser muy querido, y acá estoy, un abrazo fuerte.
Ana
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