Orígenes de la familia
Castillo en Huánuco.
(Magistral disertación del doctor Ezequiel Castillo Savinovich)
Hace muchos años un inmigrante
chino llegó con su bagaje de ropa, sueños e ilusiones a Panao, un pueblo
pintoresco a orillas del Charamayo, en el departamento de Huánuco. En el camino dibujó en un papel la palabra
de una flecha que indicaba el tránsito. Tránsito sería su nuevo nombre desde entonces.
Le gustó tanto el verdor y lo apacible del sitio que decidió quedarse,
formó un hogar y el trabajo duro o el dinero que trajo del legendario oriente,
asunto que no está claro, hizo de Don Transito un hombre con una cómoda
posición económica hasta el punto de donar a su nuevo pueblo un convento y una
capilla más parecida a una iglesia, decían los que me contaron. Era,
según dicen, un hombre de carácter sereno, apacible y generoso que
compartía lo que tenía con los habitantes, especialmente los niños.
Cuándo, cómo y porqué cambió
el apellido Mu al españolizado Castillo, no se sabe. Al parecer era una
costumbre de la época que africanos y orientales adoptaran el apellido de sus
empleadores que en muchos casos los sometían a la esclavitud. Estoy
seguro que Carlos como el poeta Nicolás Guillen pensaría, si el bisabuelo fue
esclavo, “que se avergüence el amo”.
Don Tránsito Castillo se casó
con una Dama que apellidaba Negrón. De esa relación nacieron Ezequiel, Noé y
Matilde. Noé posteriormente sacerdote católico, reconocido en Huánuco por
su vasta cultura, ignoró el celibato y tuvo varios hijos todos profesionales.
Matilde, vistió los hábitos y actualmente se encuentra en la larga espera de la
beatificación. Ezequiel Castillo Negrón, comerciante de éxito, contrajo nupcias
con Doña Susana Cárdenas; de ese matrimonio nacen: Rafael Castillo Cárdenas,
abuelo de Elmer; Amadeo; Ezequiel, mi padre; Carlos y Lola. Amabila, la
querida tía “Amacha”, la tía Lida y Ada también hijas del abuelo.
Carlos Castillo
Ríos, hijo de Don Carlos Castillo Cárdenas y de Doña Zenaida Ríos tuvo
como hermanas a Athala, Flor y Ada.
Estos son los orígenes de
Carlos, Callo, como cariñosamente lo llamábamos. Marcus Garvey, figura
emblemática de la tradición negra decía “un pueblo sin el conocimiento de
sus antecedentes, origen y cultura es como un árbol sin raíces”. Esto también
puede ser aplicado a las personas. ¿Cuánto influyeron sus orígenes orientales,
tema que le encantaba conversar y la cultura de sus ancestros en la fortaleza
de sus convicciones? Creo que mucho. Carlos era un hombre con raíces bien
arraigadas que los fuertes vientos por los que le tocó recorrer no mecían el
fuerte árbol.
Llegué a saber de él en mi
adolescencia por los comentarios de mi familia, el primo que vivía en Europa.
Qué lejano a nuestras aspiraciones parecía ese continente. Cuando llegué a
conocerlo personalmente, mi admiración por él aumentó y se mantuvo en el
tiempo. Sabía de sus estudios en La Sorbona de Paris y de la edición de sus
primeros libros. Ese hombre sencillo, de palabra fácil, de sonrisa irónica pero
franca, estaba allí. Narrador impenitente de anécdotas contaba de la amistad
con el “Flaco Ribeyro” y otros grandes de la literatura latinoamericana. Guardo
en mi poder una interesante y larga carta que le escribe Haya de La Torre en
relación a una entrevista que le realiza Carlos en Europa, proporcionada por mi
hermana Mercedes que entregaré a quien corresponda con la finalidad de
incrementar el acervo cultural de Castillo Ríos.
Políticamente fue un hombre
sin partido pero de ideas claras sobre la desigualdad de los estratos sociales
que manifiesta en sus ensayos. Sufrió quince días de detención como
presunto subversivo alojado en las peores condiciones. Obviamente salió
liberado por su comprobada inocencia y fue otra de las múltiples experiencias
de su vida.
Solo la muerte de su esposa,
logró doblegarlo, paulatinamente. El fallecimiento de Katrin estaba dentro de
lo inexplicable para él, pese a tener una grave enfermedad. Entre muchas personas,
encontré esa noche del velorio de Katrin a, Manuel Cisneros Milla, su
leal amigo y a, Oswaldo Reynoso, recientemente fallecido, con quien, quién
sabe, estarán discutiendo si los milagros existen.
Pasando el tiempo los olvidos
le fueron cercando hasta hacerse como nubes negras que no dejan ver el sol. Su
muerte nos dolió doblemente, una por la lógica desaparición de un ser querido y
por otro lado por la incomprensible indiferencia de medios como Caretas y El
Comercio que no reconocieron el importante apoyo cultural que por años
recibieron de Carlos.
Para terminar, no podemos
obviar su descendencia. Carlos Castillo Priale, fue el primer hijo de Carlos.
Él se encuentra en EEUU. Con Katrin tuvo a, Fernando, que vive en
Alemania y, Susana, que se encuentra en esta sala.
Quiero agradecer a los
organizadores de este evento por la invitación para rendir el justo
homenaje a un peruano que aportó mucho a la cultura como escritor y periodista
especialmente en la rama de la educación a favor de los niños del Perú.
E.C.S
No hay comentarios:
Publicar un comentario