Perú

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6.2.18

MOMENTOS.

Hay personas que se quedan para siempre en nuestras vidas, los amigos aunque no estén, están. Los hay desde nuestra niñez, adolescencia, juventud y vejez. Los que se van, tal vez nunca fueron amigos, solo personas agradables que llegaron a alegrar nuestras vidas. Los hay también aquellos que nos dejaron y que partieron temprano, ¿verdad, Mario Collantes Zegarra?

Gustavo, fue el compañero de carpeta (el del “Basurerito”), el de las salidas en la noche para fumarse un cigarrillo, conversar miles de cosas y seguramente tomarse una cerveza por primera vez, él, junto con Timbush (Gilbert Chávez Sánchez) en la cocina de la abuela.

Él de cadete y yo de pelotero (antes de imaginarme ser G.C.) y los amigos de entonces (Pichicho, Pepe, Cachetón, Maceta), sus vacaciones de verano los pasaba en Sucre, íbamos a dar serenatas a las chicas y como canción de inicio entonábamos el Himno Nacional a todo pulmón, a su sugerencia.

Ingresé a la Escuela de Guardias en 1982, en la Campiña, Chorrillos, cuando, Gustavo, era técnico de cuarto año de la Escuela de Oficiales (estaba de salida). Con 20 y 22 años a cuestas sobre nuestros hombros. Nos encontrábamos los sábados, si es que no me quedaba “pegado” (castigado), en el Agustino, donde vivía, para tomarnos unas cervezas en la esquina de su barrio. Un sábado de esos concerté una cita con una amiga huanuqueña para ir a bailar, “encantada, pero voy con mi amiga”. Le propuse a Gustavo que me acompañara y entusiasmado de la vida aceptó. Mientras esperábamos en la sala de la casa (perfumados y con la ropa de moda de esos años), en algún lugar de Breña, conversábamos con la mamá de una de ellas, coordinando la hora de llegada. Cuando bajaron, ¡deslumbrantes!, les presenté orgullosamente a mi amigo del cole y ahora, “…técnico del cuarto año de la Escuela de Oficiales de la Guardia Civil”. Con ese tonito agradable y telúrico del huanuqueño, sonriendo cachacientamente nos dijo, “técnico de cuarto año, qué técnico de cuarto año, será cadete del Colegio Militar Leoncio Prado”. Tenía razón, Gustavo tenía un cacharro de adolescente.

Wito...

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