Todo es posible...

Un poco de todo…

Cuando el éxito llega a una persona en el extranjero, el triunfo es de todos en el pueblo, nos sentimos orgullosos, comentamos e inventamos historias de tan celebre personaje; lo nombramos padrino de diferentes promociones o actividades, y lo hacemos familia remontándonos a nuestros ancestros, no sé cómo, pero llega a ser primo en doceava generación. Albert Einstein, uno de los más grandes genios de nuestra historia decía: “Si mi teoría (Relatividad) llega a ser cierta, los alemanes dirán que soy alemán, los franceses dirán que soy ciudadano del mundo, pero si no, los franceses dirán que soy alemán y los alemanes dirán que soy judío”. Los peruanos (en un pueblo pequeño es aún peor) detestamos que un amigo surja por encima de los demás, salvo cuando lo hace en otro país; en ese caso se convierte en el héroe del pueblo. El que triunfa en el pueblo, cae pésimo, hay un común acuerdo de bajarle los humos, aunque los primeros tampoco escapan de los ácidos comentarios.

En Cajamarca (estoy seguro que en todo mi país) se ha vuelto una institucionalidad llamar “maestro” a toda persona con algún ingenio; suficiente es que sepa manejar un desarmador o un alicate con un pedazo de alambre y arreglar nuestros aparatos electrónicos averiados, o el carrito viejo que no quiere arrancar; también los hay con un badilejo, una plancha, o, una brocha para arreglar y pintar las paredes de nuestra casa. Pero ya es para alarmarse; pasando por el mercado oí llamar al señor que con una carretilla arrastraba las compras de la semana de una señora llamarlo: “profe, y cuánto me va a cobrar hasta….”. Creo que el Ministerio de Educación debe volver a llamar a los maestros y profesores; preceptores, para que no haya confusión alguna con tan dignos trabajadores de ambos lados.
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Dicen que cuando crías un cachorro a base de comida que no contenga carnes (papas, camote, arroz, etc.) se acostumbra, puede llegar a ser un adulto normal (el perro eh). Si alguien, que no sepa que no tiene esa costumbre el mejor amigo del hombre, le avienta un trozo de chuleta, el perro volará literalmente a coger con ansías enajenadas el pedazo de carne. Igual pasa con las personas, les avientas poder y sacan fuerzas de donde no tienen y se abalanzan de cabeza sobre él. Está en la naturaleza del ser, sólo necesita sacarlo cuando se presenta la oportunidad y no le va a importar quién esté delante, así sea su familia pasara por encima de ellos si es posible. El poder es un afrodisíaco que envilece al más humilde de los humanos…

Elmer Castillo Díaz