Perú

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21.3.12




SERRANO MASCAPIOJO”



La xenofobia en nuestro país es tan común que pareciera normal. Personalmente me siento orgulloso de haber nacido en la sierra, me gusta los huainos, sus fiestas costumbristas, su exquisita comida y sobretodo, ese acento tan especial y dulce al hablar de los nacidos en los Andes peruanos.


Esta es la historia de uno de ellos.


Quién de nosotros no ha tenido alguna experiencia o anécdota al llegar a Lima, recién bajadito, como dice un viejo carnaval: “Cuando llegué de mi tierra de poncho y sombrerito…”. La candidez e inocencia de los serranos permiten a los que viven en las ciudades de la costa nos tomen el pelo o nos insulten, y vaya, muchas de las veces, éstos, tienen los rasgos autóctonos más arraigados que nosotros. El costeño por su manera de hablar, sus gestos y su manera de vestir, nos atemorizan. Al selvático o charapa, no los importunan mucho, pues son más abiertos, alegres, conversadores, juguetones; mientras que el serrano es opaco, triste, melancólico, abstraído. Como decía mi tía Beldad, “…siempre estamos pensando en los huevos del tuco”. Caemos en las garras del taxista pendejo, que por un par de cuadras nos saca, casi, el pasaje que nos cuesta de nuestra tierra a Lima y encima, el vuelto que nos dan recién en casa, un familiar nos dice que son “bambas”. O el morenito que siempre vivió en Sucre, distrito de la provincia de Celendín en Cajamarca, que viajó por primera vez a Lima. Tenía que hospedarse cerca al Mercado de frutas en La Victoria, el taxista enrumbando por la avenida Grau, “familia” (de raza negra) él, le preguntó, “…y usted familita ¿es de La Victoria?”…con esa tonadita serrana le contestó, “…no, soy de mi mamá Rosa”.


Después de algunos años regresaba a Lima, podía decir que conocía un poco la Ciudad de los Reyes (aunque debería ser de los Virreyes), no se perdía fácilmente. Pero nuestra Capital cambia continuamente, es un gigante, alguien lo llamó, “Lima la horrible” (Sebastián Salazar Bondy). Ahora mucho más, a los que conocimos la Lima de tranvía, con un sistema de transporte moderno; el Rápido, las moradas 10 que nos llevaban a Santo Cristo en Barrios altos y toda la Brasil o el Cocharcas - José Leal, ahora obsoletos. A cualquier serrano lo confunde, es ahí que para no perderse y ganar tiempo opta por un taxi que literalmente, “nos sacan el ojo”. El serrano es inconfundible, de arranque el costeño por su tonadita lo saca, pero si éste se queda en Lima a vivir, es mucho más peligroso, pues hasta de sus propios paisanos se burla luego.


El serrano que se va a Lima de vez en cuando llega bien aperado, lleva pan, cuy, rocotos, el cedrón y manzanilla y el infaltable aguardiente o shacta, es una costumbre muy antigua, al llevar estos productos de la sierra, la familia que lo espera, quiera o no, tiene que recibirlo con agrado y sabe que su estadía no va a ser más de una semana. Así nos vamos muchos de nosotros a la Capital. Nuestro personaje había sido invitado por dos amigos que venían después de algunos años del viejo continente: Europa, llegaban con los Euros dispuestos a pasar unas buenas vacaciones, con todo derecho, ellos mismos decían que “trabajaban como negros para vivir como blancos” y, la consideración que sentían por éste, era desde su infancia, del barrio del pequeño pueblo y tenía que estar ahí con ellos para disfrutar de esa eterna amistad, sí señor.


Serrano, cholo, indio, etc. (tantos apelativos tenemos), para la mayoría de peruanos connota una serie de significados negativos, así unos entienden por serrano a una persona inculta, torpe, de malas costumbres, sucio... etc. Pero más allá de eso también identifican a un serrano por sus rasgos faciales así la persona sea de la costa. Algunos de estos conceptos pueden ser muy ciertos, pero es que los verdaderos serranos provienen de pueblos donde existe otro tipo de conducta social, y al llegar a lima, pienso yo, que en vez de adaptarse, tratan de adaptar sus costumbres a la ciudad, lo que no esta mal, pero que de alguna manera genera caos en la ciudad, de allí que a los serranos se los discrimine tanto. Esto no pasa con los que viven en el extranjero, ellos añoran su tierra, sus costumbres, su comida, sus amigos, su barrio, la enamorada que dejaron, en Lima están sólo lo necesario, para luego marchar a su terruño.


Preguntó a un policía de transito qué micro lo llevaba al aeropuerto, con su pequeña muda de ropa llegó a ese mundo de pasajeros que llegaban y se iban, se despedían y se saludaban con efusión, de maletas transportadas en carritos singulares, variedad de personas e idiomas, le pareció Babel. A los lejos divisó a sus dos amigos que también lo buscaban con los ojos, el encuentro fue lleno de abrazos y preguntas. Vamos a hospedarnos a un buen hotel, un baño y a vivir un poco esta Lima que nos trató mal, dijo uno de ellos. Carambas, parecían presos recién salidos. Es cierto, mientras que el peruano tiene “juergues” (jueves), “sábado chico” (viernes) y “día del pueblo (sábado), allá, solo es trabajo, trabajo y más trabajo.


Después del baño, no entendió cómo, los esperaba un moderno automóvil, seguro el hotel los alquilaba. A tomarnos unas chelitas heladas con sus cebichitos, el verano está rico, dijo Carlos, mientras ametrallaban a preguntas al amigo llegado de Sucre y que veían de tiempos, se dirigían a Miraflores, no se podía menos. El elegante restaurante y cevichería “Puerto azul” en la Avenida Javier Prado y con un personal mejor vestido que nuestro amigo, los recibió. Con el pedido de “algo para picar” estaba más que satisfecho, el arroz y los chicharrones con y de mariscos, ceviche de conchas negras, las parihuelas exquisitos por cierto, también lo devoró, pensaba que no tendría otra oportunidad de comer tan rico, (se lamentaba no haber llevado una vianda para el calentado, porque de cada plato se servían poco), algunas cervecitas bien al polo fueron el asentativo. Algo cashpeaditos (entonados), con abrazos y muestras de cariño salieron de tan magnifico ágape. Después de esto necesitamos con urgencia un buen relajo, ¿unos masajitos?, comentó Iván. Por qué no, contestó nuestro amigo que nunca había pisado un lugar de estos, su curiosidad, las cervezas y los mariscos parecían haberlo envalentonado.


Estacionaron el vehículo y subieron las escaleras de un moderno edificio donde se leía “Relax y Vida”. La bienvenida se las dio una guapa dama, la anfitriona, que los llevó a una sala de espera muy acogedora, ésta, para nuestro amigo, estaba de infarto. “El servicio que brindamos es de exclusividad y de primera, las chicas que en unos instantes van a venir son A1 y seguramente no tendrán queja alguna, mientras tanto sírvanse una copa de vino cortesía de la casa”, decía esto la anfitriona, que si al venir estaba como agua para chocolate, al retirarse era dos volcanes en erupción, “¡Dios mío!”, pensó el invitado.


Cuando aparecieron las A1, nuestro personaje se quedó boquiabierto y tuvieron sus amigos decirle que cierre la boca, mientras que ellos hablaban como españoles, “vale”, “coño”, “jolines”. Cuando pasaron a un ambiente más intimo, las féminas muy cordiales y sensuales se ofrecieron a ayudarlos a sacarse la vestimenta. Con la camisa no tuvo reparos, era una que le habían traído los amigos. El problema comenzó cuando desabotonaba, con suaves, perfumadas y cuidadas manos la agraciada jovencita, el pantalón. Se acordó que su madre le había metido un parche a sus raídos calzoncillos y la vergüenza bloqueó todos sus ímpetus. Y más aún, cuando se acordó de sus calcetines, estaban con ventiladores (huequecillos por el uso y que no los había zurcido), ¡Dios!


Pasado el bochorno, tomándole la mano lo condujo a un cuartito con una luz tenue, había una camilla donde lo recostó, puso una música instrumental, se desnudó y saco unas botellitas donde le dijo que eran aceites relajantes y exfóliales. Sintió las emociones más raras de toda su vida, siempre acompañada con la reticencia a aceptarlo. Quería pensar y no a la vez, “relájate cariño”, le susurraba al oído la diva con un tonillo argentino, quería conscientemente que su hombría funcione, algo en el fondo de su ser le decía que no. Después de quince minutos de tocamientos en cada centímetro de su esmirriado cuerpo, estaba en su cenit y quiso estirar los brazos para atraerla, con un mohín coqueto, le dijo, “te va a costar más caro”. La vorágine de estar en el cielo hizo que acepté la proposición, a las finales estaba invitado y desperdiciar esa belleza lo hubiera torturado toda su vida, así que pudo más el deseo y la pasión, olvidándose de sus cucufaterías.


Luego se volvieron a ver con los amigos en el sauna, estaba con una cara de felicidad que éstos le sonrieron con complicidad. Salieron satisfechos y con un hambre endemoniado, obvio, que el primer chifa que encontraron en el camino fue su parada. Mañana volamos a Cajamarca temprano, ahora sí nos vamos contentos. Mientras que él no salía de su asombro por su temeridad, “a mis años estoy pecando y aprendiendo cosas que debería haberlo hecho de joven, sin embargo fue inolvidable…”, pensaba cuando se dirigían al hotel…










Wito…


1 comentario:

Patty dijo...

Full aventura...... ;) morí con los zyrcidos jajajajaja muy bueno Elmercito.....besitos :)*