WITOTADAS

Maxito…ese buen amigo.

Conocí a Maxito en Huancavelica. Desde la primera vez que me lo presentaron sentí que iba a ser un amigo de toda la vida. Como así sucedió…muchos años han pasado y la estima y cariño recíproco que sentimos perdura, y estoy seguro que perdurará; hasta que La Parca tenga a bien o a mal llevarnos. Cuántas historias, cuántas borracheras, cuántas conquistas, Chascoso, Castrovirreyna, Pilpichaca, José, “Flaco, ojeroso, cansado y sin…”…para ti estás líneas.

Era el cumpleaños de un colega y lo celebraba en Ticapro, a dos horas de Castrovirreyna. Este último a 3,980 m.s.n.m., mientras que Ticrapo a 3,500 m.s.n.m, pero a nosotros nos parecía ceja de selva. Al llegar, el anfitrión nos atendió de maravilla, comida, espirituosas y algunas féminas reunidas para la ocasión. La música no dejaba de sonar y el ambiente se volvió bailable, chupable y amigable.

El armamento que llevábamos era un inconveniente para tirar ritmo. Dentro del grupo que celebrábamos el onomástico, se encontraban varias damas. Seguramente se había corrido la voz que dos toches de Castrovirreyna, jóvenes, solteros y algo agraciados físicamente, estarían ahí. Y no es un rumor ¿eh?, el Guardia Civil se las traía consigo, me consta. Maxito, un experto enamorador, hacía las delicias de hacer sonreír a las atentas damiselas que se encontraban con nosotros. Una de ellas al vernos con el fusil automático ligero, más conocido como FAL, se ofreció guardarlos en su cuarto, a unos metros de la jarana, para estar más cómodos. Irresponsabilidad nuestra, (“Negligencia”, en el Código de Justicia Militar) claro, ahora lo digo, pero esos momentos no lo pensamos así.

Tragos, cigarrillos, jama a rabiar…de todo, como en botica. En la rueda se encontraba un colega acompañado de su esposa. El por qué, cómo, cuándo, se originó la gresca, ni idea. La discusión se iba acrecentando, llegando a ribetes algo inusuales para un gendarme y una dama, y para variar, la que nos brindó alojamiento a nuestros fusiles. Se decían de todo, la supuesta dama no era tal, su opción sexual le daba el privilegio de lanzar adjetivos que ningunos de los dos lanzaría por más borrachos y drogados que estemos. Los FALS, pensábamos al unísono con Maxito. Tratábamos de calmar los ánimos, labor imposible.

“Calla marimacha e mierda, ¿por qué no te largas?, estás jodiendo la reunión”, le decía el colega. “¿Por qué no te vas tú cachudo e mierda?”, respondía la “dama”. “¿Quién es cachudo concha tu madre?, ahora te pateó en el suelo so marimacha e mierda”, “Tú me vas patear concha…, atrévete nomás, te mato so hijo…”. El colega no se pudo aguantar y se le tiró encima propinándole una buena paliza. Se defendía, daba patadas, puñetes…gritaba.

Nosotros mudos, era la primera vez que veíamos asustados tal reyerta. A la vez preocupados por nuestro armamento. Golpeada y todo seguía lanzando improperios y por cada uno seguía recibiendo. Hasta que no pudimos más y nos interpusimos, separándolos de tan cruel ensañamiento golpístico, patadas a discreción y ofensas. Cuando la sacábamos de la reunión dirigiéndonos a su habitación, gritaba enloquecida, “Yo he sido su primer hombre de tu mujer, pregúntale, que no te mienta…”. Si no la arrastrábamos como a un costal de papas, posiblemente el colega se desgraciaba. Para llegar a su cuarto fue una odisea, hablaba de todo y de todos los colores habidos y por haber; nosotros, “chi cheño”.

Como sea llegamos a sacar nuestras armas del cuarto de la susodicha. Cuando salíamos, escuchamos y sentimos un disparo a nuestros pies. Era el colega que nos esperaba para matarnos, según él, pensaba que íbamos a atentar contra su persona y estábamos a favor de su rival amoroso. La sangre fría de Maxito me desconcertó, avanzando con las manos extendidas le decía, “Mátame pues imbécil, qué esperas…dispara, no seas cobarde, si no lo haces te mato yo”. Luego nos enteramos que lo decía por qué había sentido un dolor en su pierna y estaba sangrando…eso le daba valor. El colega bajó el arma y disculpándose se perdió en la bruma de personas que contemplaban algo natural por esos años, balas y muerte.

Que siga la fiesta señores, nadie se ha muerto.



Elmer Castillo Díaz
DNI: 26731147