Perú

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5.9.10

Alguien neutral analizando la coyuntura electoral en Lima

Por Jorge Bruce

La brusca subida de temperatura experimentada por el ambiente electoral municipal ha puesto de relieve el papel de las emociones en política. Durante buena parte del siglo pasado las ciencias sociales privilegiaron las decisiones racionales, en una virtual expulsión de las emociones. Incluso hoy en el Perú muchos analistas pretenden una hegemonía de los intereses económicos de los electores. Como si viviéramos en una era posideológica, en donde la gente toma sus decisiones exclusivamente en función de lo que le conviene.

Si esto fuera así, muchas cosas no se explicarían. Principalmente, la fobia que se ha desatado en una serie de medios y columnistas de derecha, contra la candidatura de Susana Villarán, en vista de los sondeos que la han estado favoreciendo crecientemente. Como la imagen afable y empática de la candidata de Fuerza Social no se presta para las delirantes descalificaciones que, pese a todo, algunos medios han ensayado, era natural que su alianza con Patria Roja fuera el flanco más vulnerable. Patria Roja tiene un discurso anacrónico y unas prácticas lamentables: esa alianza fue un grave error. Pero ese no es el punto.

Lo sintomático es la virulencia de la embestida. La fobia, palabra que en griego significa temor, ha desatado una galería de fantasmas que nada tienen de debate racional. La imagen del puño en alto hizo las delicias del Twitter y los blogs, donde los internautas rivalizaron en ingenio para ridiculizar una de las portadas más histéricas desde la era fujimontesinista (por mi parte, recordé esa película en donde Jim Carrey hace de Charlie Kaufman haciendo de Súper Ratón, puño en alto para salvar al mundo). A lo que habría que añadir el huaico de falsedades e insultos que han caído sobre Villarán y su entorno.

¿Es el viejo fantasma del comunismo lo que asusta a estos conservadores? Algo de eso hay, pese a que salvo sectores tan retrógrados de la izquierda como los de Patria Roja, Fuerza Social representa algo nuevo en la política peruana, lejos de los caducos dogmas previos al muro de Berlín. Acaso es precisamente esa modernidad y seriedad –imperfecta como hemos visto– lo que perturba a los fanáticos del pensamiento único. Que por otra parte de único no tiene nada, puesto que son evidentes los gruesos trazos que dividen a los teóricos del liberalismo económico. Sobre todo respecto de la corrupción y el autoritarismo, el gran parteaguas democrático de nuestro tiempo, tanto en la izquierda como la derecha.

Al lado de esta campaña inmunda contra Villarán, las críticas a Flores son agua de… Lourdes. No hay que caer en el error de colocar a ambas candidatas en el mismo plano, cuando la ideología y las pasiones están, como dijo La República en irónico titular, “al rojo vivo”. Es decir, ancladas en fantasmas que hacen de la gentil Susana un Freddy Kruger comunista que retorna de los repliegues más recónditos de sus inconscientes, cuando todo parecía bajo control. Por eso el odio, la gritería, los ataques de pánico. En suma, no basta invocar programas y propuestas, exigir racionalidad, hacer análisis político. Cuando las pasiones irrumpen –siempre lo hacen–hay que interpretarlas.

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