Perú

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3.11.08

Recordando a mi amigo Emersón Rojas Mori

REMENBRANZA


Regresamos luego de un intervalo discreto, donde la lectura y los quehaceres del hogar acapararon muchos momentos libres. Volvemos muy apenados, con esa pena que nos hace sentir los seres más miserables del universo. Por que tenemos sentimientos de aprecio, cariño, respeto, para con existencias especiales de nuestra misma especie llamados: amigos. Alguien, de los muchos que lo conocimos, puede dudar del carácter amical, extrovertido, ameno, sencillo, el buen criterio en sus opiniones (medio rojo), mejor bohemio (sensacional), del amigo, compadre, vecino: Emerson, Meshón, Loro, y últimamente: Kutur. Nombre de un pajarillo que aún no tengo el gusto de conocer, y cuando lo haga la relación va a ser instantánea. Siempre alzaré la vista y mi copa recordándote viejo amigo.

Los adultos son sabios, los ancianos son dos veces más sabios. «Felizmente ya no están sus padres, por que ellos si hubieran sufrido de veras». Cuanto de cierto encierran estas palabras, el sufrimiento de los padres al perder un hijo es ene veces, al de los demás familiares. Eso no quita el dolor de los que lo apreciamos y compartimos buenos y malos momentos. Mis más sinceras condolencias a todos sus más cercanos familiares.

La inmensa cantidad de acompañantes que asistieron al velatorio y sepelio reflejan que su paso por el mundo no fue en vano. Su siembra siempre fue la amistad La Beneficencia quedó corta. Amigos de José Gálvez, Celendín, Sorochuco, los Baños, Cajamarca y La Colmena, barrio que lo acogió y conoció, se solidarizaron con su partida. ¡Si Meshón!, propios y extraños, sintieron estima y respeto por tú persona. De eso no te puedes quejar viejo amigo, por que te lo supiste ganar.

Lo malo es que te fuiste todavía joven, todo lo que puede ocasionar un mal golpe. Siempre diré, que mi alejamiento con los paisanos me da algunas satisfacciones, pero también terribles frustraciones. El no haber sabido nada de su hospitalización, me molesta mucho (conmigo mismo), pues hubiera sido saludable conversar unos buenos ratos con su buena memoria.

Cómo no verter lágrimas recordándote. Arbitro de fútbol en tus tiempos mozos, imponiendo respeto: «la próxima se me va y no me refute», metiendo los dedos en el bolsillo, presto a sacar la amarilla a tú compadre Jaime Misho en un partido; pero no podías escapar a las celebraciones cuando el mismo Misho de tus amores, SIL, embocaba un gol. Saltabas de alegría pese a ser el hombre de negro.

Espero que algún día salga de esta modorra, que sigue envolviendo mi débil cerebro, para poder seguir conversando, por que eso es lo que más sabemos hacer. Hasta pronto buen amigo.

Elmer Castillo Díaz.

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