Perú

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12.12.08

WITOTADAS
Noviembre Del 2008

Leyendo un poco el libro “Personajes de la historia sucrense” del amigo y profesor Gutenberg Aliaga Zegarra y Olindo Aliaga Rojas, encontré un personaje que llamó mi atención; la de José Luis Aliaga Pereyra. Tal vez por que fui un Guardia Civil que también duró poco en la Institución, de eso no cabe la menor duda, por orden superior pase a “Disponibilidad” por medida disciplinaria, tres abandonos de destino fueron la causa; cuando aún no cumplía los cinco años de servicio. Hasta el día de hoy me siento orgulloso de haber sido “Toche”. Tanto así que tengo colgado, en mi viejo ropero, el uniforme completo, incluido el kepí y un diploma que nos dieron cuando concluimos nuestra formación en la Escuela de Guardias en La Campiña: “Mariano Santos” los 216 alumnos el año 1982 en el mes de diciembre, modestia aparte y a mucha honra entre los primeros puestos en rendimiento académico y entre los últimos en formación policial. No fue difícil ingresar, pese a que no tenía intenciones de hacerlo, pero se me venia la adultez, de pelotero y vago no iba a sacar nada ni a salir adelante.

Agradezco a la superioridad, de veras, el haberme enviado a “Zona de Emergencia”, donde predominaba la lealtad, compañerismo, desprendimiento y sumado al sufrimiento de estar tan lejos y casi abandonados, nos hermanaba a tal punto que dábamos la vida por un colega en peligro. No había rangos, los galones servían solo para presentarse en la cabecera de Comandancia para algunos trámites administrativos. Los servicios que la ciudadanía pedía para prevenir actos delictuosos, eran gratuitos, salvo algún ágape por parte de los interesados. ¿Cómo pedir dinero a campesinos, personas humildes, que estaban entre la pared y el FAL? Sendero Luminoso estaba atento con miles de oídos a cualquier abuso por parte de los uniformados. Diariamente eran asesinados beneméritos en ataques cobardes por parte de las huestes de Gonzalo. Escapábamos de la tensión jugando un poco de pelota y empinando el codo, pero era momentáneo…pasaba la resaca y volvíamos al tormento de oír los dinamitazos, las ráfagas de metralletas en la oscuridad de los Apus, las banderas rojas, los escritos anunciando nuestras muertes. Al comienzo el temor superaba cualquier aliciente de escape, pero como es natural, te acostumbras…convives con “ellos”, forman parte de tu vida. Por las noches los sediciosos nos gritaban desde los cerros que nos largáramos, decían los nombres de los policías corruptos y abusivos; gracias a Dios nunca me nombraron con esos adjetivos, pero no escapé (casi todos) al de “choborra y fumador”. Decía arriba que agradezco a la superioridad, pues si hubiese ido a otra comandancia, por ejemplo, garitas de control, aeropuerto, comisarías de La Victoria, Barrios Altos, etc., otra hubiese sido mi vida…o tal vez preso...o con mucho dinero.

Ahora es común escuchar a la mayoría de pasajeros cuando un policía detiene el vehículo donde nos trasladamos: “dale su par de soles”, “cuando no, se acercan las fiestas y ya quieren salir de misios”, pese a que puede ser un operativo de requerir documentos del carro o licencias bambas. Si a un grupo de jóvenes se les ocurre armar algún escándalo festejando un cumpleaños o simplemente por ser sábado, los uniformados llegan raudos a imponer el orden, pobre de aquél que se insolente contra ellos, hay varias maneras de hacerlos ver como delincuentes o comercializadores de droga. Están a la espera de cualquier error por parte de los ciudadanos ignaros en sus derechos, el carretillero, el chofer de algún carro de servicio público, las féminas que alquilan sus cuerpos, el borrachito ofensivo, la juventud atrevida, el hotelero, el escritor despistado y desconocido, algún consumidor de porros, etc., fácil presa, se los trabaja a la “asustancia” y listo el pollo.

Sin embargo a los funcionarios con terno y corbata, carro del año, celulares con Internet, chuzos de 200 dólares, lentes oscuros finos y que se sabe que se llenan los bolsillos con malas artes robándonos a todos, inclusive a ellos, el trato diferencial es cómico, parecen japoneses, se inclinan casi hasta el suelo. Ellos pueden ir contra el tráfico, no llevar puesto el cinturón de seguridad, tener encima unas copas de más, llevar su “falso” para aparentar sobriedad y encima vociferar contra el custodio del orden amenazándolo con mandarlo a “Pilpichaca” o darles de baja por ser amigo o pariente de un alto oficial; el silencio y servilismo es la respuesta.

Mis respetos a aquellos policías que tienen la dignidad de llevar en alto los valores morales y éticos que la institución les enseñó en sus claustros. En la desaparecida Guardia Civil era “El honor es su divisa”. Recuerdo a un Señor Coronel que tenía como apodo “Pelito”, Jorge Monge Llanos; que decía, “Acá todos somos guardias, yo soy un Guardia Civil, lo de Coronel es un grado que me lo he ganado, así que no se me amilanen ante nadie, soy su colega”. Hay muchos efectivos honrados, se los puede ver en los pueblos de la sierra donde conviven con la población, asisten a sus reuniones, sus menores hijos concurren a la escuelita, juegan su pichanga con los mal llamados vagos, están en las esquinas conversando con el rico y el pobre, ayudan a resolver problemas caseros, al borrachito lo llevan a su casa, se los ve aconsejando a los jóvenes con problemas de disciplina y estudio, llamando la atención a los colegiales vaqueros, y poniendo mano firme a los amigos de lo ajeno que por cierto no son muchos. De éstos también hay en las ciudades grandes, pero son los que no tienen amigos, los excluidos, son los que no salen a la “pampa”, son de aquellos que no viven a sobresaltos esperando un arreglo por parte de los delincuentes, los “zanahorias” de la Institución, bien por ellos ¡Carajo!

Gracias a que mi buen amigo Luis Aliaga Pereyra duró poco en la Benemérita ahora podemos saber de su arte, me encanta su manera de escribir, si hubiese continuado vistiendo el uniforme tal vez nunca hubiera leído sus cuentos maravillosos, que es lo primero que busco cuando sale Fuscán. Gracias también por existir policías honrados, los “Hermanitos”, Gilmer y Jaine, Kleber, Lolo, Gustavo…siempre serán el desahogo de los quebrantos de aquellos que ensucian y denigran a lo que siempre amaré; mi vieja imagen de la “Tocheria”.

Elmer Castillo Díaz
DNI: 26731147
Elmercastillo1@hotmail.com

P.D. Cuando comenzaba a escribir no sabía a quién dirigirme para que me pueda ayudar en la corrección y me desesperaba al leer a solas mis escritos. A un paso de mi casa don Edilberto Durand Torres, profesor jubilado, amable, sencillo, cortés como ninguno, deportista, amante de sus hijos hasta el delirio, lector insaciable; me enseñó los vericuetos de la escritura con su sabia paciencia. Estaré eternamente agradecido a este buen hombre que dejó un profundo vacío a nuestro vecindario, gracias “Veshi”, pronto estaremos a su lado.

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