
WITOTADAS
Quién no ha tenido algún familiar, amigo o vecino, sumido en una de las más terribles enfermedades como es el cáncer. Esto se agrava si el paciente es pobre y tiene que ser atendido en un hospital del estado, donde la desconsideración y el trato inhumano por parte de los “profesionales” es “normal”, y más aún, si son campesinos. Hasta el guachimán se contagia de la descortesía, quien también se arroga funciones del personal vestido de blanco, groseros, altaneros y abusivos. Los familiares, con tal de ver unos momentos a su “enfermito” que yace abandonado, aceptan humillaciones, desplantes y a veces, proposiciones indecorosas.
Las enfermedades terminales no escogen clase social, raza, ni credo. Por supuesto que hay una diferencia abismal, los de la clase alta tienen sus clínicas donde el trato es preferencial y las sonrisas a doquier comienzan apenas transponen sus puertas y, bien por ellos, la diferencia radica en unos buenos billetes. El dolor, el sufrimiento del convaleciente y la angustia de los familiares es similar, saben y sabemos que el fin se acerca, no pueden y no podemos hacer nada para evitarlo. No falta quien nos diga, “a mi tía le dieron esto o aquello y aún sigue viva”, “a mi hermano lo llevaron a tal médico y lo curó”, etc. Y queriendo tenerlo con nosotros, quién no, un buen tiempo más, les damos y los llevamos con un halito de esperanza. Incluso no falta un brujo por ahí, quien con sus pócimas y ritos trata de alejar la muerte, sabiendo en el fondo que no va más. Comenzamos a creer en milagros, las oraciones a un creador casi olvidado regresan a nuestras abstracciones, es en estos momentos donde volvemos a creer en Dios.
He leído con afán y pena las tropelías de las Transnacionales mineras que han anclado en nuestra provincia de Celendín. El poder del dinero, con la venia de las autoridades, se va imponiendo de manera escalofriante, sin importarles para nada la dignidad del ser humano, menos de su cultura y el futuro de los pueblos. “La mina trae cosas buenas y malas”, cierto. Las buenas siempre es para los poderosos, aquellos que tienen dinero y pueden invertir (departamentos, dúplex, night clubs, restaurants,… etc.) para doblar y llenar sus arcas. Mientras tanto lo malo es para aquellos que tratan de defender lo poco que tienen, arrebatándoles sus terrenos con triquiñuelas legales y encima, con la ayuda de la fuerza del orden, fiscalía y jueces, que en estos litigios actúan con una celeridad envidiable.
Me contaba don José Luis Aliaga Pereyra, responsable del blog Chungo y…, que nunca publicó un comentario anónimo que le llegó a su redacción; “…podrán secar 20, 30 lagunas,… colchones de agua de los pueblos aledaños…y ustedes seguirán ladrando hasta que les tiren su hueso…”. Los alumnos de la facultad de Ingeniería Ambiental de nuestra provincia están formados para defender el medio ambiente, en todas sus aristas, y mientras están en las aulas se prometen luchar contra cualquier atentado que se produzca contra nuestra casa que es la Tierra. ¿Cuántos de los egresados trabajan ahora para los que indiscriminadamente se llevan las riquezas de su subsuelo, hay algún porcentaje de éstos? Es toda una sorpresa, los ocho mil soles mensuales no es despreciable (sin contar con las utilidades), muchos de ellos provienen de familias pobres, con los años se ve el progreso personal y familiar que les ha dado la transnacional y son los nuevos defensores de éstos. ¿Se podrá revertir?
¿Quién dice algo acerca de los pesticidas, fungicidas y diversos productos químicos que son vendidos libremente en cualquier veterinaria o tiendita del pueblo? Son usados por los campesinos y hacendados en sus sembríos para mejorar sus cosechas. Las lluvias las arrastran a los ojos de agua y los riachuelos. ¿Alguna autoridad nos informa acerca de los medicamentos que nos llega de los países desarrollados?, medicinas que han sido rechazadas por los organismos de salud, OMS, y que a nosotros nos la venden como si fueran caramelos en las farmacias. Un complot de las transnacionales farmacéuticas con la anuencia de nuestras autoridades de salud.
A las autoridades de educación reiteradas veces se les dice y recomienda que los alumnos y ellos mismos, deben estar con gorra, alguna crema facial y lentes oscuros para menguar los inclementes rayos ultravioletas del sol, aún, si el astro Rey esté camuflado entre las nubes. Párese a la salida de los estudiantes de su colegio y la realidad lo hará renegar mil veces.
Todo ello nos hace suponer, ¡qué suponer!, nos da la seguridad que el cáncer tiene licencia social para meterse en nuestro organismo a la hora que le da la gana y de mil maneras. Nuestra Tierra ha sido invadida con entes patógenos que no sólo destruyen nuestro organismo, sino, nuestras conciencias, llegando a la caquexia moral.
Elmer Rafael Castillo Díaz
Quién no ha tenido algún familiar, amigo o vecino, sumido en una de las más terribles enfermedades como es el cáncer. Esto se agrava si el paciente es pobre y tiene que ser atendido en un hospital del estado, donde la desconsideración y el trato inhumano por parte de los “profesionales” es “normal”, y más aún, si son campesinos. Hasta el guachimán se contagia de la descortesía, quien también se arroga funciones del personal vestido de blanco, groseros, altaneros y abusivos. Los familiares, con tal de ver unos momentos a su “enfermito” que yace abandonado, aceptan humillaciones, desplantes y a veces, proposiciones indecorosas.
Las enfermedades terminales no escogen clase social, raza, ni credo. Por supuesto que hay una diferencia abismal, los de la clase alta tienen sus clínicas donde el trato es preferencial y las sonrisas a doquier comienzan apenas transponen sus puertas y, bien por ellos, la diferencia radica en unos buenos billetes. El dolor, el sufrimiento del convaleciente y la angustia de los familiares es similar, saben y sabemos que el fin se acerca, no pueden y no podemos hacer nada para evitarlo. No falta quien nos diga, “a mi tía le dieron esto o aquello y aún sigue viva”, “a mi hermano lo llevaron a tal médico y lo curó”, etc. Y queriendo tenerlo con nosotros, quién no, un buen tiempo más, les damos y los llevamos con un halito de esperanza. Incluso no falta un brujo por ahí, quien con sus pócimas y ritos trata de alejar la muerte, sabiendo en el fondo que no va más. Comenzamos a creer en milagros, las oraciones a un creador casi olvidado regresan a nuestras abstracciones, es en estos momentos donde volvemos a creer en Dios.
He leído con afán y pena las tropelías de las Transnacionales mineras que han anclado en nuestra provincia de Celendín. El poder del dinero, con la venia de las autoridades, se va imponiendo de manera escalofriante, sin importarles para nada la dignidad del ser humano, menos de su cultura y el futuro de los pueblos. “La mina trae cosas buenas y malas”, cierto. Las buenas siempre es para los poderosos, aquellos que tienen dinero y pueden invertir (departamentos, dúplex, night clubs, restaurants,… etc.) para doblar y llenar sus arcas. Mientras tanto lo malo es para aquellos que tratan de defender lo poco que tienen, arrebatándoles sus terrenos con triquiñuelas legales y encima, con la ayuda de la fuerza del orden, fiscalía y jueces, que en estos litigios actúan con una celeridad envidiable.
Me contaba don José Luis Aliaga Pereyra, responsable del blog Chungo y…, que nunca publicó un comentario anónimo que le llegó a su redacción; “…podrán secar 20, 30 lagunas,… colchones de agua de los pueblos aledaños…y ustedes seguirán ladrando hasta que les tiren su hueso…”. Los alumnos de la facultad de Ingeniería Ambiental de nuestra provincia están formados para defender el medio ambiente, en todas sus aristas, y mientras están en las aulas se prometen luchar contra cualquier atentado que se produzca contra nuestra casa que es la Tierra. ¿Cuántos de los egresados trabajan ahora para los que indiscriminadamente se llevan las riquezas de su subsuelo, hay algún porcentaje de éstos? Es toda una sorpresa, los ocho mil soles mensuales no es despreciable (sin contar con las utilidades), muchos de ellos provienen de familias pobres, con los años se ve el progreso personal y familiar que les ha dado la transnacional y son los nuevos defensores de éstos. ¿Se podrá revertir?
¿Quién dice algo acerca de los pesticidas, fungicidas y diversos productos químicos que son vendidos libremente en cualquier veterinaria o tiendita del pueblo? Son usados por los campesinos y hacendados en sus sembríos para mejorar sus cosechas. Las lluvias las arrastran a los ojos de agua y los riachuelos. ¿Alguna autoridad nos informa acerca de los medicamentos que nos llega de los países desarrollados?, medicinas que han sido rechazadas por los organismos de salud, OMS, y que a nosotros nos la venden como si fueran caramelos en las farmacias. Un complot de las transnacionales farmacéuticas con la anuencia de nuestras autoridades de salud.
A las autoridades de educación reiteradas veces se les dice y recomienda que los alumnos y ellos mismos, deben estar con gorra, alguna crema facial y lentes oscuros para menguar los inclementes rayos ultravioletas del sol, aún, si el astro Rey esté camuflado entre las nubes. Párese a la salida de los estudiantes de su colegio y la realidad lo hará renegar mil veces.
Todo ello nos hace suponer, ¡qué suponer!, nos da la seguridad que el cáncer tiene licencia social para meterse en nuestro organismo a la hora que le da la gana y de mil maneras. Nuestra Tierra ha sido invadida con entes patógenos que no sólo destruyen nuestro organismo, sino, nuestras conciencias, llegando a la caquexia moral.
Elmer Rafael Castillo Díaz
1 comentario:
Pues tendrán suerte que ya haya alguien que se ocupará de las minas que hacen mal a tu naturaleza.... solo es cuestión de tiempo.....
Besos tio guapo muaaaaaa ^.^
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