Perú

Perú

22.9.13








Don Diego



El tiempo es inmisericorde e inexorable, sólo pasa y pasa. Un día de esos nos levantamos y estamos casi seguros que “ayer” éramos niños y ahora el tiempo nos ha devastado. Las arrugas, los males y los achaques, la vejez es larga, dice el refrán. Eso espero, que mi vejez y la de mis amigos, sea larga…no importando las quejas, las rugosidades, los malhumores y el ser repetitivos. Hay que soportar estoicamente, nadie se escapa de ella, la  tierna vejez. Algunos apegándose a un Dios que olvidaron en su juventud, otros tratando de ser mejores cada día, pocos soñando y recordando para escribir “tonterías”. Mi amigo Kokin me dice, “el tiempo no vuelve y lo único que quedará para siempre son los escritos”, así que mientras los recuerdos diarios y los sueños nos asalten por las noches, escribamos, agregándole, y leamos.


Cuando conocí al tío Diego, éste, tenía alquilado un pequeño departamento en el tercer piso, en La Victoria, cerca al Mercado de frutas, debajo del cerro el Pino, zona brava. Pese a lo pequeño del departamento, tenía ese sabor cálido y familiar. Dieguito, Marito, Jaimito y el pesado de Pedrito (hijos), tío Diego y tía Yola, formaban la familia. Tío Diego salía temprano a la Campiña, sub oficial de la Guardia Civil, regresando por la noche, los sábados y domingos compartía con todos. Tía Yola, se hacía unos platillos criollos que hasta el día de hoy al recordarlos mi boca ensaliva de gusto. Fue acá en casa del tío Diego que aprendí a almorzar a las cuatro de la tarde y cenar cerca a las once de la noche. Los sábados nunca faltó un buen copetín y la música baja para “no molestar” a los vecinos, reglas del tío que se acataban sin dudas ni murmuraciones, para qué, si eran correctas.


Arriba digo “el pesado de Pedrito” porque al ser el último, era el más engreído. Se quedaban a cargo para cuidarlo, Jaime y mi hermano Coco, mientras los tíos se iban al mercado. Aparte de inquieto era respondón, tenía el aval de los padres, aunque el tío no se lo creía. Un sábado Pedrito revoloteaba por la casa, sacaba de los dormitorios a la sala cosas, entraba al baño a hacer travesuras con el champú y el jaboncillo, se colgaba de las ventanas con el peligro de romperse la crisma. “Pórtate bien Pedrito o vas a recibir un manazo” y él como si nada, apagaba el televisor o el radio y zafaba caminando debajo de la mesa, de ese tamaño era. Todo tiene su límite y Pedrito se estaba extralimitando, “te portas bien o te doy tu chiquita”, Coco que se entretenía cerca le dijo, “…dale nomás, yo te apoyo, está muy malcriado este muchachito e mela”. No necesito más Jaimito, un buen jalón de patillas y Pedrito se sentó a ver la tele como un niño bueno, funcionó el correctivo. 


El problema fue a la llegada de los tíos, al sentir sus pasos, se levantó y se fue a la ventana que daba a las escaleras y dio un chillido que más pareció que lo estaban exorcizando. Los tíos apurados, asustados y con la carga que traían, llegaron a la puerta en menos de dos segundos. “…¿qué ha pasado, ven mi Pedrito, qué te han hecho?...”, tocándole sus brazos, piernas, levantándole la camisa. Pedrito lloraba como si recién hubiera nacido, con el aditamento que éste, sabía hablar. “El Jaimito me ha pegado mamá y el Coco le decía yo te apoyo”, entre lagrimas, llantos y mocos después de media hora que lo habían corregido. Además de hiperactivo y respondón era todo un artista Pedrito, pues los causantes del histrionismo de Pedrito dudaban si en realidad le habían aplicado la zurra.


Viví un buen tiempo con ellos y me acomodé a las reglas de la casa que tío Diego tácitamente aplicaba. Algunas de ellas, apagar el foco cuando sales de un ambiente, tapar la azucarera después de usarla, volumen de la tele o el radio bajos, al salir decir a dónde y con quién vamos a estar, las camas bien tendidas y los zapatos bien lustrados. Hombre correcto y serio.


En la Escuela de Guardias, en la Campiña-Chorrillos, un capitán que nos llevaba de marcha de campaña (maniobras militares en los arenales los sábados) me decía, “…vamos alumno Castillo, joven, con cuerpo atlético (¿dónde habrá quedado ese cuerpo?) y es el último de todas las secciones de la Escuela…”. Tenía razón. Contaré una infidencia por los años, ésta, se ha vuelto inocua. Es algo como las mentiras piadosas. No tiene nada de infidelidad, deslealtad ni felonía, sinónimos de infidencia. El tío Diego ayudó a muchos paisanos a ingresar a la Escuela de Guardias y yo no fui la excepción. Tenía que internarme el mes de Mayo y gracias al tío, me interné en Junio, “para que pase su fiesta mi sobrino”. Uno de los exámenes para ingresar a la Escuela es el físico, no el que tan altos y guapos seamos, sino, eso de 100 metros planos, barras, 400 metros planos, natación y algunos ejercicios. Salí desaprobado.


Sabía que estaba desaprobado y llegar a la casa del tío con la noticia, no me parecía nada bien. Vivía con ellos. Puse la cara y la sonrisa de cojudo a la vela cuando me abrieron la puerta, pero de mis labios no salió nada, era una noche como todas. El tío me dijo, “…el miércoles tienes examen médico en el hospital de la Policía, tienes que estar a las ocho de la mañana, el capitán que les ha tomado la prueba de físico es mi amigo…”, no dijo nada más. Los demás exámenes eran “papayitas”, nunca más volví a la casa de tío Diego con esa cara y sonrisa…; cuando pasaron los años me contó que conmigo fue fácil, pues el apellido coincidía, el problema era cuando los paisanos tenían otros apellidos, se presta a otra cosa, hubiera querido tener a mi prima Rosa Ostelita para que le explique al oficial el grado de consanguinidad que tenía con el joven sobrino que venía a postular. Cuando se ha podido ayudar lo hemos hecho sobrino y desinteresadamente.


Este es mi pequeño homenaje a un hombre al cual respeto por su honradez, corrección y bondad. Hace mucho que no lo vemos por el Huauco. Guillermo y Julio (“Puskas y Poky”, sus  hijos mayores), este año esperamos que le den su vuelta y brindar por tenerlo cerca otra vez, para seguir aprendiendo de tan buen hombre. Las puertas de la casa de su hermana, mi madre, siempre estarán abiertas para tener el honor de recibirlo, no sólo el mío, sino, de toda la familia Don Diego Díaz Gómez.



                                                                                                                                                                       Wito…




1 comentario:

Patty dijo...

Te leo como siempre, agradeciendo a la gente que te hizo y hace bien.... muy buen homenaje ....besos Elmer :*