Perú

Perú

21.9.15


WITOTADAS
 Resultado de imagen para Avenida Wilson, Lima

Hace unos días atrás viajé a esa “Lima la horrible”, como decía Sebastián Salazar Bondy, antes de viajar fui a la peluquería acostumbrada y a la bella señorita que preguntó y me invitó a sentarme le contesté, “corte militar por favor, hoy por la tarde viajo a Lima y que los delincuentes piensen dos veces antes de quitarme mi “chanchito” (celular), aunque ahora no respetan a nadie”. Lo primero que nos asusta de Lima es la delincuencia, estás alerta, las diez o más personas que están a tu alrededor, son desconocidas…no tienes idea de quiénes son, qué hacen, dónde viven; si nos asaltan será con arma de fuego o con cuchillo o, aprovechando nuestra edad ¿nos darán una fuerte bofetada y nos quitarán lo poco de valor que llevamos? Me olvidaba, sin que nadie, del entorno, haga nada. Si llega la policía es capturado, caserito ya, con fiscal de turno (si no hubiera uno de éstos, el policía es denunciado luego) para que se “respete su condición humana”; al día siguiente está en el mismo lugar y ensañándose más con sus victimas ocasionales. “El monto de lo robado no acredita ser detenido más de 24 horas”, “Menor de edad, inimputable”, “No hay denuncia por parte de la víctima” (qué va a denunciar si ya está amenazada). 

Lo segundo que nos causa esa sensación de miedo es su enormidad. Lima es “grandazo”. A Cajamarca, Huánuco, Trujillo, Huancayo, Arequipa…le puedes dar una vuelta completa caminando, paseándote, visitando familiares y amigos y si te hiciste tarde, chapas tu matotaxi y en cinco minutos estás en tu hogar. Si estás en los Olivos y quieres ir a darte una vuelta por Vista Alegre a visitar a un familiar, no es recomendable ir caminando, ni de vainas…no llegas. El problema se agrava si estás con pocos chibilines y no conoces qué transporte público tomar. Cuando subes a uno de ellos, las personas te miran de pies a cabeza, como queriendo desnudarte, de repente llevas un arma de fuego y los vas a asaltar y, tú haces lo mismo con el que sube en el próximo paradero. Taxi, no queda otra, “… ¿cuánto hasta Metro de la Municipalidad de los Olivos?”, “…”, “…no seas malo, con ese precio me he venido de Cajamarca”, “ta lejos pe tío”. Llegas a transar, es mejor, ya es tarde.

Y el tercer temor es el tiempo, “El tiempo (literalmente) vuela en Lima”. Acostumbrados a ver pasar el tiempo parsimoniosamente en nuestros pueblos, que nos angustia, en la Ciudad de los Reyes ya está oscurana y no hemos hecho nada de lo que fuimos a hacer, “mañana hay que salir más temprano”. En el centro “tenemos” que caminar, desde Abancay o Grau no vas a tomar un taxi para ir a Wilson, demorarías más. Caminando te distraes, hay de “todo” para ver y si tienes dinero, para comprar. Y el tiempo corre inexorable. Los sonidos de tu estomago te advierten que necesita un buen bocado, sacas cuentas y dices, “…mejor cuando acabe de hacer las compras, no me vaya a faltar”, le engañas con un cigarrillo y sigues transitando. Al comienzo las pequeñas cosas de tu mochila no te parecía pesado, a las dos horas de estar recorriendo las calles se te vuelven pesadísimas y si hay sol, insoportable. Te quedan tres horas, a las 5 pm sale tu ómnibus, te apuras un momento y tienes que salir, casi a la carrera y en carrera, del centro, no vaya a ser que tu carro te deje y para otro día ya no hay capacidad de gasto. Chao Lima.

Todas estas angustias que nos produce la gran ciudad de Lima son reconfortadas por el encuentro con los buenos amigos. Maxito, Lolito y Burrito. Inolvidables, nuestros encuentros son motivo de abrazos, recuerdos, buena charla, espirituosas. Lima me parece más segura con ellos, no la temo, al contrario, desafiante, terco, rozo con insolencia su grandeza. Estoy con Max, con Lolo, con el Burrito, ¿qué me podría pasar? Siempre que nos hemos enfrentado a las peores  adversidades hemos salidos ilesos, físicamente y con nuestra amistad completa y más reforzada. Nos hemos librado de la muerte y Lima no nos puede llevar, que nos lleve una enfermedad por nuestra edad, pero la Lima, NO. Me despedía de la pareja de mi querido amigo Max y le agradecía por haberme recibido. “No tiene por qué agradecerme Elmer”. Y yo pensaba, “…gracias por dejar que Max aún me acompañe, gracias por dejar fluir nuestros recuerdos que tal vez lo hayas escuchado varias veces, gracias por soportar a Max y acompañarlo…gracias Elizabeth”. 

 

Me dio mucha alegría volver a ver al Burrito, Jorge Luis, por esas cosas baquianas y de bullicio musical, solo pudimos darnos un fuerte abrazo, conversar un poco, conocer a sus familiares…tragos, cigarrillos, bailes, amistad y obnubilados nos separamos…desde acá un abrazo grande. Nuestros recuerdos son los enlaces para nuestra vieja amistad, son imborrables e irrompibles y sin temor a equivocarme, el olor de la muerte nos unió más.  

 


Lolito, un “gentleman”, incomparable. Sin necesidad de tomarnos una “rubia” helada, las dos horas que tenía de tiempo, debido a su trabajo, fue suficiente. Aunque con tres al polo y con Max a nuestro lado hubiese sido un largo recordar. Pero recordé las “graves” consecuencias que podrías tener (já) y como buen amigo ni lo insinué. Seguro que va a haber una oportunidad, hay mucho qué contar y reiremos o lloraremos al hacerlo. Gracias Lolito, estoy seguro que en tu nueva faceta de educador te va ha ir bien, mejor aún, sin la presión del trabajo actual, llegarás lejos, aunque “descuidadamente”, como dices tú. 

Gracias amigos y gracias Lima…
 

Wito…

2 comentarios:

Elmer dijo...

Elmer mi amigo, eres de esos hombres que viven la vida haciéndola bella, con tu presencia intensa a la vez noble y sensible, propiciando recuerdos entrañables y algo mas y mejor, cual narrador empedernido escribes como testimonio de que es pecado no ejercer el derecho de VIVIR LA VIDA! Un abrazo.
Max...

Elmer dijo...

Gracias a ti, gran amigo, nuestros caminos todavía se entrecuzarán, entre nosotros sólo un "hasta luego". Fue grato conocer finalmente a Max, un buen tipo, proyecta confianza, espero reunirnos nuevamente. Tu calidad sólo crece con el tiempo amigo. Un abrazo

Lolo