EL DON DE LAS PALABRAS Y LOS RECUERDOS
Por: Secundino Silva Urquía
EL DON DE LAS PALABRAS
Me sucede a veces lo que le ocurre a mi amigo Elmer Castillo Díaz, y quizás a muchos, no saber sobre qué asunto escribir. Entonces, me doy cuenta y percibo la valía excepcional de las palabras; que consiste entre otras cosas en el de resumir ideas, una vida, un oficio o un sentimiento, de manera que nos sorprenda por su transparencia y su verdad.
En una recopilación de pensamientos y frases célebres, encontré uno que ilumina. Pertenece a Juan Carlos Onetti, y dice así: “Las únicas palabras que merecen escribirse son aquellas que son mejores que el silencio”.
RECUERDOS DE LA SELVA
Pintor Francisco Grippa posa ante una de sus obras
Recuerdo que hace exactamente tres años me topé con el ejemplar de “El Comercio” del 26 de agosto del 2007, en el que el periodista Miguel Ángel Cárdenas hace una entrevista a un personaje a quien conozco, el Pintor Francisco Grippa Jochamovich. La leí y volvieron los recuerdos de mi permanencia en la selva; también algunos vinculados a éste personaje. Por tratarse de el, creo modestamente que vale la pena perennizarlos; Francisco Grippa es una celebridad que educa con su derrotero, con su arte y su jovialidad.
En noviembre de 1999, me embarcaba cerca al puerto Mazusa, para un Viaje de Iquitos hacia Pebas. A mi costado se sentó un personaje agringado y barrigón, portaba en sus manos un ejemplar del diario Liberación, que entonces dirigía César Hildebrant. Estaba vestido a la usanza selvática con camisa ligera, bermuda, sandalias y una especie de vincha en su cabeza. Más tarde supe que la vincha lo usaba para evitar que el sudor de su transpiración lo fastidie en sus ojos; pero también en su trabajo, para evitar averías húmedas a sus cuadros. El Profesor Marlon Santillán, entonces funcionario de la Municipalidad de Pebas, quien me esperó en Iquitos para guiarme hacia Pebas, nos presentó y luego de unos minutos de viaje conversábamos como amigos que se conocen de años atrás. Me autorizó para tutearlo diciéndome así: “Llámame “Pancho”, Francisco o Grippa, como quieras, no te hagas bolas”.
Era primera vez que yo navegaba por el majestuoso río Amazonas. El vehículo que nos transportaba era un versátil deslizador de la Municipalidad Distrital de Pebas, provisto de un potente motor fuera de borda, que hacía que surcara las aguas generando una turbulencia que parecía el discurrir de otro río dentro del apacible Amazonas. A su petición, expliqué a mi acompañante, el motivo de mi viaje: La obra “Frigorífico Pesquero de Pebas”, construida en la gestión del Alcalde “israelita” Eduardo Trujillo Cazorla, tenía problemas. No tenía estudio de suelos y bajo los cimientos ya ejecutados habían aparecido dos manantiales. Como se quería salvar la inversión y también reputaciones, me contrataron para hacer un estudio y proponer las soluciones técnicas y económicas. Replanteada la obra, se diseñó y construyó un eficiente sistema de drenaje que permitió su buen funcionamiento integral. Por razones laborales, más el encanto de la selva, me quedé en ésta por poco más de un año.
Pero volvamos al viaje hacia Pebas. “Pancho” Grippa, se mostró muy comunicativo y como buen bebedor, me invitó cervezas heladas. Pero la continuidad de éste menester requería de reabastecimiento, porque la helada de las cervezas no duraba mucho ante el incesante calor selvático; aprovechando su popularidad hizo anclar al deslizador hasta en tres parajes a orillas del Amazonas, el primero fue en Indiana y el último en Huanta. Así era el “Pancho” Grippa que conocí y por la entrevista que releo, se que aún bebe jarras de cerveza helada mientras trabaja o muchas botellas cuando está con sus amigos.
Faltando pocos kilómetros para llegar a nuestro destino y al avistarse el encuentro del Amazonas con su afluente el Ampiyacu; “Pancho” Grippa, señalando al horizonte verde azul, me dijo con su peculiar y selvático sentido del humor: “Ingeniero, faltan pocos kilómetros para llegar a territorio ecuatoriano, está allá al costado del encuentro de los dos ríos”. Lo decía por Pijuayal, el anexo más cercano a la ciudad de Pebas, donde los ecuatorianos tienen trescientas hectáreas de terreno concedidas en 1988 por el gobierno del ahora reo Alberto Fujimori, para facilitar su futura navegación por el Amazonas.
Llegamos a Pebas, pasando por Pijuayal, a las cinco y media de la tarde, luego de aproximadamente tres horas y media de placentero viaje. Por la noche hubo una prolongada y torrencial lluvia con rayos y truenos que yo jamás había visto en mi vida; a “Pancho” Grippa le comenté mi impresión al día siguiente y él con muchos años viviendo en la selva, me dijo que también era la primera vez que veía un fenómeno así. Días después acudí a su casa, aceptando su gentil invitación, allí me enseñó el cuadro que como producto de sus visiones de ese fenómeno climatológico había logrado pintar, era según el mismo dijo, una de sus mejor logradas representaciones de la naturaleza selvática, obra que después vendió a precio exorbitante a un europeo.
En Pebas, durante el año 2000, veía a veces a “Pancho” Grippa por las tardes o los fines de semana. Como buen artista es muy culto y un demócrata a carta cabal; entonces un férreo opositor a la dictadura de Fujimori y Montesinos, la que en ese año ya se jugaba los descuentos. La tarde del 19 de noviembre del año 2000, estuve llamando a Iquitos del único teléfono satelital que había en el pueblo, el constructor Jorge Carbonell me informó de la renuncia vía fax de Fujimori a la Presidencia del Perú. Al salir de la cabina telefónica, vi a “Pancho” Grippa aparecer por la esquina de la Iglesia del Pueblo e ingresar a la Plaza de Armas; llamé su atención agitando mi mano izquierda y entablamos un breve y emocionado diálogo:
- ¡Pancho, cayó el dictador. Acaba de renunciar vía fax desde Japón! Le dije, después que me vio y correspondió al mímico saludo. Se quedó estático por unos segundos y luego avanzó presuroso a mi encuentro.
- ¡Lo creo sólo porque tú me lo dices. Venga ese abrazo democrático! En efecto, nos dimos un abrazo y emocionado me invitó a celebrar el acontecimiento con unas cervezas en la tiendita de mi paisano de apellido Celis, en la misma plaza de Armas de Pebas. Fue nuestro último encuentro, ya que casi en contra de mi voluntad, en diciembre del 2000 regresé a Lima de manera definitiva.
…º…
Francisco Grippa J. es peruano, nacido en Tumbes. Vivió una infancia muy inquieta. Se fue a vivir a Estados Unidos y para obtener la residencia lo obligaban a hacer el servicio militar. Pero cuenta que se hizo el loco, habló español y fingió que no sabía inglés. Solo así no lo enrolaron ni lo embarcaron hacia la guerra en el Vietnam de Ho Chi Min.
Fue lavaplatos, camarero, cocinero, viajero, pero sobre todo pintor. Pero pintor en serio y de los buenos. Se divorció de su esposa norteamericana y se vino a la amazonía a vivir con los shipibos, los boras y los witotos, con éstos últimos en la comunidad El Estirón. Me contó que una ocasión los witotos o sea los ancestros de mi amigo Elmer Castillo Díaz (Por sus Witotadas), se le rebelaron y amenazaron desaparecerlo, en su defensa el los amenazó y les metió miedo con la Policía Nacional. Finalmente se quedó en Pebas, en el mismo encuentro de los ríos Ampiyacu y Amazonas, allí a consecuencia de un “estudio de mercado”, construyó su inmenso taller de pintura al que denominó La Casa del Arte. Los barcos de los turistas llegaban hasta allí a comprarle sus cuadros.
Casado siete veces, su actual esposa debe tener 27 años. Pinta como unos trescientos cuadros al año. Se levanta a pintar a las cuatro de la madrugada, considera que a las primeras horas del día tiene mejor y mayor inspiración. En Pebas, era común que los madrugadores del pueblo escuchen el ruido de su generador eléctrico a partir de esa hora. Me cuentan que actualmente vive en Nauta. Seguro allí, seguirá pintando, escuchando música clásica, bromeando feliz, amando a la naturaleza, y quizás, escribiendo versos y poemas. “Pancho” Grippa posee una sorprendente vitalidad selvática, que le sirve para incrementar su producción artística.
En un período de la década de los años dos mil, llegó a ser Consejero del Gobierno Regional de Loreto, pero en la entrevista dijo que se arrepiente de ésa etapa de su vida: “Te quita la libertad. Olvidémonos de la política por favor”, le pidió a su entrevistador.
Le envío un abrazo actualizado a “Pacho” Grippa, y de seguro, por el momento que vivimos los peruanos, también esta vez, lo va a sentir democrático. Estoy seguro que el 05 de junio próximo, él también votará por Ollanta Humala.
Lima, 21 de abril del 2011.
Por: Secundino Silva Urquía
EL DON DE LAS PALABRAS
Me sucede a veces lo que le ocurre a mi amigo Elmer Castillo Díaz, y quizás a muchos, no saber sobre qué asunto escribir. Entonces, me doy cuenta y percibo la valía excepcional de las palabras; que consiste entre otras cosas en el de resumir ideas, una vida, un oficio o un sentimiento, de manera que nos sorprenda por su transparencia y su verdad.
En una recopilación de pensamientos y frases célebres, encontré uno que ilumina. Pertenece a Juan Carlos Onetti, y dice así: “Las únicas palabras que merecen escribirse son aquellas que son mejores que el silencio”.
RECUERDOS DE LA SELVA
Pintor Francisco Grippa posa ante una de sus obras
Recuerdo que hace exactamente tres años me topé con el ejemplar de “El Comercio” del 26 de agosto del 2007, en el que el periodista Miguel Ángel Cárdenas hace una entrevista a un personaje a quien conozco, el Pintor Francisco Grippa Jochamovich. La leí y volvieron los recuerdos de mi permanencia en la selva; también algunos vinculados a éste personaje. Por tratarse de el, creo modestamente que vale la pena perennizarlos; Francisco Grippa es una celebridad que educa con su derrotero, con su arte y su jovialidad.
En noviembre de 1999, me embarcaba cerca al puerto Mazusa, para un Viaje de Iquitos hacia Pebas. A mi costado se sentó un personaje agringado y barrigón, portaba en sus manos un ejemplar del diario Liberación, que entonces dirigía César Hildebrant. Estaba vestido a la usanza selvática con camisa ligera, bermuda, sandalias y una especie de vincha en su cabeza. Más tarde supe que la vincha lo usaba para evitar que el sudor de su transpiración lo fastidie en sus ojos; pero también en su trabajo, para evitar averías húmedas a sus cuadros. El Profesor Marlon Santillán, entonces funcionario de la Municipalidad de Pebas, quien me esperó en Iquitos para guiarme hacia Pebas, nos presentó y luego de unos minutos de viaje conversábamos como amigos que se conocen de años atrás. Me autorizó para tutearlo diciéndome así: “Llámame “Pancho”, Francisco o Grippa, como quieras, no te hagas bolas”.
Era primera vez que yo navegaba por el majestuoso río Amazonas. El vehículo que nos transportaba era un versátil deslizador de la Municipalidad Distrital de Pebas, provisto de un potente motor fuera de borda, que hacía que surcara las aguas generando una turbulencia que parecía el discurrir de otro río dentro del apacible Amazonas. A su petición, expliqué a mi acompañante, el motivo de mi viaje: La obra “Frigorífico Pesquero de Pebas”, construida en la gestión del Alcalde “israelita” Eduardo Trujillo Cazorla, tenía problemas. No tenía estudio de suelos y bajo los cimientos ya ejecutados habían aparecido dos manantiales. Como se quería salvar la inversión y también reputaciones, me contrataron para hacer un estudio y proponer las soluciones técnicas y económicas. Replanteada la obra, se diseñó y construyó un eficiente sistema de drenaje que permitió su buen funcionamiento integral. Por razones laborales, más el encanto de la selva, me quedé en ésta por poco más de un año.
Pero volvamos al viaje hacia Pebas. “Pancho” Grippa, se mostró muy comunicativo y como buen bebedor, me invitó cervezas heladas. Pero la continuidad de éste menester requería de reabastecimiento, porque la helada de las cervezas no duraba mucho ante el incesante calor selvático; aprovechando su popularidad hizo anclar al deslizador hasta en tres parajes a orillas del Amazonas, el primero fue en Indiana y el último en Huanta. Así era el “Pancho” Grippa que conocí y por la entrevista que releo, se que aún bebe jarras de cerveza helada mientras trabaja o muchas botellas cuando está con sus amigos.
Faltando pocos kilómetros para llegar a nuestro destino y al avistarse el encuentro del Amazonas con su afluente el Ampiyacu; “Pancho” Grippa, señalando al horizonte verde azul, me dijo con su peculiar y selvático sentido del humor: “Ingeniero, faltan pocos kilómetros para llegar a territorio ecuatoriano, está allá al costado del encuentro de los dos ríos”. Lo decía por Pijuayal, el anexo más cercano a la ciudad de Pebas, donde los ecuatorianos tienen trescientas hectáreas de terreno concedidas en 1988 por el gobierno del ahora reo Alberto Fujimori, para facilitar su futura navegación por el Amazonas.
Llegamos a Pebas, pasando por Pijuayal, a las cinco y media de la tarde, luego de aproximadamente tres horas y media de placentero viaje. Por la noche hubo una prolongada y torrencial lluvia con rayos y truenos que yo jamás había visto en mi vida; a “Pancho” Grippa le comenté mi impresión al día siguiente y él con muchos años viviendo en la selva, me dijo que también era la primera vez que veía un fenómeno así. Días después acudí a su casa, aceptando su gentil invitación, allí me enseñó el cuadro que como producto de sus visiones de ese fenómeno climatológico había logrado pintar, era según el mismo dijo, una de sus mejor logradas representaciones de la naturaleza selvática, obra que después vendió a precio exorbitante a un europeo.
En Pebas, durante el año 2000, veía a veces a “Pancho” Grippa por las tardes o los fines de semana. Como buen artista es muy culto y un demócrata a carta cabal; entonces un férreo opositor a la dictadura de Fujimori y Montesinos, la que en ese año ya se jugaba los descuentos. La tarde del 19 de noviembre del año 2000, estuve llamando a Iquitos del único teléfono satelital que había en el pueblo, el constructor Jorge Carbonell me informó de la renuncia vía fax de Fujimori a la Presidencia del Perú. Al salir de la cabina telefónica, vi a “Pancho” Grippa aparecer por la esquina de la Iglesia del Pueblo e ingresar a la Plaza de Armas; llamé su atención agitando mi mano izquierda y entablamos un breve y emocionado diálogo:
- ¡Pancho, cayó el dictador. Acaba de renunciar vía fax desde Japón! Le dije, después que me vio y correspondió al mímico saludo. Se quedó estático por unos segundos y luego avanzó presuroso a mi encuentro.
- ¡Lo creo sólo porque tú me lo dices. Venga ese abrazo democrático! En efecto, nos dimos un abrazo y emocionado me invitó a celebrar el acontecimiento con unas cervezas en la tiendita de mi paisano de apellido Celis, en la misma plaza de Armas de Pebas. Fue nuestro último encuentro, ya que casi en contra de mi voluntad, en diciembre del 2000 regresé a Lima de manera definitiva.
…º…
Francisco Grippa J. es peruano, nacido en Tumbes. Vivió una infancia muy inquieta. Se fue a vivir a Estados Unidos y para obtener la residencia lo obligaban a hacer el servicio militar. Pero cuenta que se hizo el loco, habló español y fingió que no sabía inglés. Solo así no lo enrolaron ni lo embarcaron hacia la guerra en el Vietnam de Ho Chi Min.
Fue lavaplatos, camarero, cocinero, viajero, pero sobre todo pintor. Pero pintor en serio y de los buenos. Se divorció de su esposa norteamericana y se vino a la amazonía a vivir con los shipibos, los boras y los witotos, con éstos últimos en la comunidad El Estirón. Me contó que una ocasión los witotos o sea los ancestros de mi amigo Elmer Castillo Díaz (Por sus Witotadas), se le rebelaron y amenazaron desaparecerlo, en su defensa el los amenazó y les metió miedo con la Policía Nacional. Finalmente se quedó en Pebas, en el mismo encuentro de los ríos Ampiyacu y Amazonas, allí a consecuencia de un “estudio de mercado”, construyó su inmenso taller de pintura al que denominó La Casa del Arte. Los barcos de los turistas llegaban hasta allí a comprarle sus cuadros.
Casado siete veces, su actual esposa debe tener 27 años. Pinta como unos trescientos cuadros al año. Se levanta a pintar a las cuatro de la madrugada, considera que a las primeras horas del día tiene mejor y mayor inspiración. En Pebas, era común que los madrugadores del pueblo escuchen el ruido de su generador eléctrico a partir de esa hora. Me cuentan que actualmente vive en Nauta. Seguro allí, seguirá pintando, escuchando música clásica, bromeando feliz, amando a la naturaleza, y quizás, escribiendo versos y poemas. “Pancho” Grippa posee una sorprendente vitalidad selvática, que le sirve para incrementar su producción artística.
En un período de la década de los años dos mil, llegó a ser Consejero del Gobierno Regional de Loreto, pero en la entrevista dijo que se arrepiente de ésa etapa de su vida: “Te quita la libertad. Olvidémonos de la política por favor”, le pidió a su entrevistador.
Le envío un abrazo actualizado a “Pacho” Grippa, y de seguro, por el momento que vivimos los peruanos, también esta vez, lo va a sentir democrático. Estoy seguro que el 05 de junio próximo, él también votará por Ollanta Humala.
Lima, 21 de abril del 2011.
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