Perú

Perú

10.12.12

Carlos Castillo Ríos...algunas anécdotas





                                               Carlos Castillo Ríos…algunas anécdotas.


En el blog “Huauco” el artículo más visitado es la “Entrevista al Doctor Carlos Castillo Ríos”, esto, me hace sentir muy orgulloso. Tal vez por eso se me vino a la memoria, y por ahí algunos anotados, anécdotas que pasé junto a él y otras, con esa ironía única de su persona, que me las contaba. Visitarlo en su casa era mágico, él fue el que dirigió mi inquietud hacia la lectura, hubiera sido tonto sino me hubiera encaminado por ese sendero tan maravilloso, sobre todo, por la persona que me ponía el Norte en mis manos. Su actividad investigadora era su forma de vivir, tomando notas, escribiendo, educando, acérrimo defensor de los niños, gran contador de historias, viajero incansable, amante del buen vino como asentativo del almuerzo, padre y abuelo cariñoso…y un tío genial.

Había llegado al Consejo Nacional de Menores, Maranguita (Centro de reclusión para menores con problemas), como uno de los cuatro directores de este Centro. “El doctor Castillo se ocupará de la sociabilización de los jóvenes, está empapado de todo eso y es el más indicado”, ni hablar, trataremos de aplicar todo lo que hemos aprendido, pero con una salvedad, que me dejen contratar al antropólogo y que está haciendo trabajos con niños problemas por Huancayo, don José María Arguedas. Organizaron talleres de trabajo: carpintería, mecánica, pintura, electricidad, etc. Todo iba bien, hablando con estos jóvenes los talleres comenzaron a funcionar a las mil maravillas.

Como siempre sucede con estos adolescentes rebeldes, dos de ellos se separaron de los grupos y comenzaron a incentivar a los demás a incumplir las normas, en su haber tenían un largo prontuario pese a sus edades. Los celadores que tenían a cargo la disciplina se acercaron a la oficina del doctor Castillo a darle las quejas. “Doctor, estos dos muchachos van a jalar más chicos, tenemos que ponerlos en línea”. “A qué se refieren con ponerlos en línea”, preguntó Castillo. “Pues la única manera que puedan seguir con los talleres y la disciplina es dándoles un poco de castigo corporal”. “Cómo pueden decir eso, no, para nada, ni hablar…hay que hablarles y convencerlos que estamos ayudándolos”, qué es eso de meterles golpe, pobres muchachitos, no iba a permitir que se usará el castigo, advirtiéndoles a los celadores que desecharán tan cruel idea.

Al cabo de tres meses no eran dos los que se apartaron del grupo, había cerca de una docena y si seguía así, iba a fracasar todo lo hecho. Mandó a llamar a los celadores y les dijo, “…así que estos jovencitos no quieren entrar en razón”, “Si pues doctor, nosotros le advertimos de ello, estamos trabajando varios años en el Centro y la única manera que entiendan es darles unos buenos correazos, mucha consideración de parte de usted doctor…”. Carambas, se dijo, estaba en una encrucijada que no estaba escrito en los mejores libros, así que con una pena tremenda casi musitando les dijo, “…muy bien, hagan lo que creen que es mejor para ellos, pero a mi no me conocen eh…”, los dos celadores salieron con una sonrisa en el rostro. Y muy cierto sobrino, estos jóvenes volvieron al redil a base de golpes, me contaba.

El más serio, bueno, culto e intelectual de los Miro Quesada, Don Francisco, los había invitado a un almuerzo a Carlos Castillo Ríos y a otro columnista del Comercio. El local no era muy caro y trataban de pasar inadvertidos, quién los reconocería, nadie. Cuando disfrutaban de un suculento “Lomito saltado” y una botella de un vino iqueño, se acercaron dos músicos con guitarra y comenzaron a interpretar música criolla. Don Francisco vio interrumpida la charla que tenía con los dos jóvenes, así que llamó a su lado a uno de los intérpretes y le susurró algo al oído y le dio una suculenta propina, lo suficiente para que no tengan que cantar por un mes.

El domingo almorzando en casa con toda la familia, aún vivo el padre y la madre de Castillo Ríos, comentó el suceso de la reunión por parte de Miro Quesada, alabando su buen gesto para estos dos señores que se ganaban la vida cantando en el restaurant. Todos habíamos olvidado el acontecimiento y reíamos de las ocurrencias del abuelo que a su edad había comprado un escarabajo para venirse desde Chosica a visitar a sus hijos que vivían en Surco los domingos. Cuando de pronto, muy serio el abuelo, le preguntó a su hijo, “Cayo, me tienes que decir cuándo vas a tener otra reunión con ese tal Francisco eh”. “Para qué papá”, “…pues, le digo a Elmer que se consiga dos guitarras y nos vamos a cantar a ver si también recibimos unos buenos soles” y nuevamente las risas en la familia se alargaron.

Pasados los 65 años, Carlos Castillo Ríos, manejaba su auto por la avenida Benavides rumbo a su domicilio. Iba algo distraído y por poco ocasiona un accidente que podría haber sido fatal si el conductor del otro vehículo no hace una maniobra casi temeraria para evitarlo. El tránsito se detuvo y del otro auto, de lujo, salió un joven encolerizado y furibundo, seguro venía a meterle un buen puñete al tío. Al verlo sentado en el auto, pálido, sólo atinó a decirle con voz alta y encolerizada y que todo el mundo escuchó, “…no te saco la mierda porque eres un viejo e mierda…” y seguía una retahíla de improperios. Al llegar a casa, se sentó en la sala y me dijo, “…sobrino, recién me he dado cuenta de que estoy viejo”, comenzando a contarme lo que había sucedido.

….

Wito…

No hay comentarios: