DR. CARLOS CASTILLO RÍOS: ADIÓS MAESTRO.
La familia esperaba la noticia.
La irreversibilidad de su mal nos dejaba sin esperanzas de mejoría. Seguramente
en la oscuridad, donde vivía, buscaba una luz sin poder encontrarla. Hace unos
años quería viajar a Huánuco, “…con mi sueldito me alcanza para alquilar un
cuarto, pagar una chica que me atienda y salir a sentarme a la Plaza de Armas
para escuchar a los huanuqueños con ese tonito tan especial y dulce que
tienen…”, “…tengo que hacer algo, no puedo permanecer sentado todos los
días…esto me desespera, pero no sé qué hacer, ni leer puedo porque no recuerdo
ni las tres primeras palabras del texto, escribir menos…”. El Alzheimer iba
deteriorando su prodigioso cerebro. Conmigo monologaba, a veces un “si” salía
de mis labios sólo para que continuara. Dos artículos y una entrevista es lo
único que tengo de él y que son los más visitados en el http://huauco.blogspot.com/, de lo cual
me siento profundamente orgulloso. Me hubiera gustado tener más, claro que sí.
Es muy cierto eso de “Vivir de
esa manera no es vivir”, “Ahora dejó de sufrir, él y los familiares” y tantas
frases más que se dicen después de acaecido el fin de alguien cercano que ha
estado sufriendo. De alguna manera estamos preparados, sabemos que llegará el
día. No hay sorpresas, ni preguntas de “…cómo fue, qué paso…”. La noticia
llegó, ahora con estos adelantos cibernéticos, y por más preparado que estuve
lo sentí muy adentro. Después de muchos
años lloré en los brazos de mi hijo al recibir la noticia de que tío Carlos
había partido y mi llanto fue contagioso. Tenía que despedirlo, por su grandeza
y calidad de ser humano. Como comentó un huanuqueño, “…se fue un grande”, así
es.
Algo anecdótico tenía que suceder
en el velorio. El “Velatorio Carmelitas”, en Paseo de la República Nº 6045, fue
el lugar donde se veló el cuerpo de tío Carlos. Hay que servir cafecito a los
que nos acompañan, claro. Cuando se preparaba el agua se presentó un hombre de
casi dos metros, mal encarado y sin un ápice de educación. “…no saben leer, en
el letrero dice claramente que está prohibido servir café, bebidas y agua…si yo
veo que están haciéndolo les quito y lo boto a la basura…y pueden irse a quejar
a cualquier lugar, están advertidos”, marchándose y dejándonos con la boca
abierta. Claro que esa norma no decía nada del café (hasta capuchinos había)
que vendía una moderna máquina en un espacio del local. Brutus (así le pusimos
de nombre al vigilante) sonreía cada vez que alguien iba a depositar dos soles
por un café. Susana supo ingeniarse para dar café a los familiares y conocidos
que sentían frío, ganó la inteligencia, Brutus fue vencido.
Cuando un
familiar muy cercano se va, parte, se despide de este mundo…escuchamos decir,
“…nos deja un inmenso vacío…”. Tío Carlos, ese “inmenso vacío” se ha llenado
hace tiempo con tu personalidad, tu buen humor, tu cultura, tu lucha por los
maestros y los niños, y tu inmensa ternura para con los familiares. Adiós
Maestro.
Ahora tío
Carlos descansa a lado de su esposa, tía Kathryn, en el cementerio Parque del
Recuerdo de Lurín.
Elmer
1 comentario:
Estimado Sr. Elmer: Buenas tardes, Mediante este medio, expreso mis sentidas condolencias por la partida del Prof. Carlos Castillo Ríos (vuestro tío). Es penoso saber cómo grandes baluartes del conocimiento peruano dejan de existir; quizá en presencia ha partido, pero en conocimiento y el aporte a la educación peruana (con la obra: "Los niños del Perú"), y diversos escritos en pro de la niñez (como, entre otros, "La farsa de los desfiles escolares"), no pasarán, seguirán siendo base de estudios y recuerdo del buen educador hoy en la gloria del Señor. Saludos cordiales.
Atte.,
Javier Carrasco
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