WITOTADAS
Los cuentos, entremezclados con
nuestros sueños, hay que saber contarlos. En Sucre los que conocemos a Moisés
Sánchez, Moshé, no nos cansaremos de escucharlo mientras nos cuente las
anécdotas de personajes, no solamente sucrenses, sino, celendinos,
joselgalvinos, jorgechavinos, macashinos, calconguinos, quinuillanos,
cruzcungueños…su mundo, sus amigos, sus sueños. ¡Ahh!, no quiero dejar pasar por alto, su exquisita bohemia
y el vicio de la lectura, propios en él, hacen que sea un virtuoso al narrar,
oralmente y a los escuchas, como yo, quedar fascinados. Y esto lo aprendió
escuchando historias de los viejos huauqueños, grandes contadores de mil y una
historias, que con el paso del tiempo se convirtieron en cuentos.
El libro más leído del gran Gabo,
“Cien años de soledad”, con el que, muchos dicen que fue la obra para que los
académicos de la literatura mundial, ¡Ya!, le dieran el Premio Nobel. Cuando
los periodistas de todos los medios de comunicación colombianos e
internacionales, supieron del honorable galardón, se agolparon alrededor de la
madre del Gabo preguntándole, “…qué le parece señora Marqués el premio que ha
recibido Gabito?”, sin dudar un segundo respondió, “…siempre he dicho que
Gabito es muy inteligente y ahora lo compruebo, todo lo que le he contado lo ha
escrito…”.
En Sucre han vivido y seguirán
viviendo grandes contadores de historias, los que hemos escuchado en velorios a
don Onésimo Silva, don Julio Aliaga, don Gilmer Aliaga, cada uno con su chispa
y estilo, pasábamos una noche agradable y hubiéramos, ahora, querido tener un
celular para grabarlos y luego poder escribirlos, en nuestro estilo;
desagradable para muchos y agradable para pocos, retazos de una historia que se
va, pues hay pocos huauqueños paseándose por nuestro Huauco viejo. Y, me
olvidaba, cuando don Romelio (96 años) viene a comprar sus cigarrillos por la
tarde a mi vecino Orlando, “Chinito”, me apoyo en la puerta para escucharlo
contar, muy lúcido él, historias lejanas de personajes que nunca conocí y que
forman parte de la historia de este eterno Huauco y me los hago mías, a mi
manera. Que para algunos es ofensivo, seguramente, la vida no sólo es dulzura,
hay mucha tristeza y la tristeza humana es patética. Eso le consta a cada uno
de nosotros.
Los hijos del tío Gilmer Aliaga
le han heredado esa chispa para contar historias, más el “Loquillo” Leoncio.
Tiene esa técnica, conversando, de llamar tu atención. Este Mayo me dio una
grata sorpresa, se acercó al “Castillo del Huauco” a regalarme su “Óyete
carajo”. Las historias se van tejiendo de una manera sutil, pareciera que el
tío estuviera con nosotros volviéndonos a contar sueños y aventuras de su vida.
“Loquillo” no necesitó de medios de comunicación, ni sociales, para tener una
bonita acogida con su “Óyete carajo”. El tío Gilmer volvía a estar con
nosotros, enmarcado en el arte más bonito de los humanos, las letras. El
Alazán, el Ronco, Long John, como también era conocido el tío, siempre nos daba
recomendaciones en sus conversaciones, para mejorar, para ser mejores hijos,
sobrinos; contándonos sus historias. Su principal afán para con su familia y
amigos. Su disciplina lo ha heredado Gustavo, pese a no ser el mayor de los
hermanos, su palabra es ley entre ellos. Incluso creo que es el tío que impuso
la disciplina en casa como lo cuenta “Loquillo”, “…si así contesta a los 12
años a los veinte me pega”, o sea, los hermanos tuvieron una rígida disciplina,
tal vez sea eso de “…por eso eres lo que eres y ojalá haya servido de algo”,
cuando al abuelo Leoncio le preguntaron el por qué de las cuerizas que les daba
de muchachos. Y no sólo con sus hijos la disciplina férrea del tío Gilmer,
sino, preguntémosles a sus sobrinos, hijos de sus hermanas y hermanos, en
especial a ese gran primo Emil, el del “Pescado al ajo”.
El mérito de “Loquillo”, aparte
de que está chévere el libro, fue su silencio. Silenciosamente, casi oculto, se
aventuró y se decidió a publicar su primer hijo escrito. Cuando me obsequió el
“Óyete carajo”, sugestivo y puntual nombrecito, me sugirió que después de
leerlo le alcance algunas sugerencias, “…serán bienvenidas primo”, me dijo. Qué
podría decirle, pareciera que ya tuviera varios escritos y que es cuajado. Que
el contarlas oralmente le ha servido mucho para poder plasmarlas y que es muy
inteligente, pues lo que escuchó de su padre ha sabido contarlas escribiendo,
sin duda. Por eso digo arriba, que es casi, casi, como si el tío volviera a
contarlas. Seguramente hay más y en ese más, ponle esa chispa característica en
esa bella familia de Natuchos, con cariño eh.
Wito…
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